He podido leer cómo los medios de la derecha ecuatoriana llamaban Reconquista a los 7.000 habitantes de origen español residentes en Quito; y cómo, por otro lado, los mismos derechosos despertaban las iras de los habitantes del ‘jaguar latinoamericano’ recuperando himnos y tradiciones de origen español.

No haré comparaciones entre las migraciones porque, para mí, las migraciones no significan nada más que un ser humano viajando por las habitaciones de su casa a la que llamamos planeta Tierra. No todos los que estamos en su país lo hacemos por placer. Yo soy de familia humilde, de campesinos que habitan las áridas tierras de Castilla la Nueva. Mis manos, como las de mis abuelos, han cultivado olivos y vides desde hace cientos de años. Vine porque aquí me dieron una oportunidad y les aseguro que cuando me vaya tampoco lo haré por placer porque llevo al genio de Rumiñahui en mis poros, va a ser difícil separarme de ustedes sin dejarme un pedazo de mi corazón.

Aquí he podido conocer gigantes como Rosa Salazar, para la cual las palabras proceso y revolución son algo más que objetos vacíos de significado. Ella me enseñó que la revolución tiene venas y sangra. Que el socialismo es algo más que una conversación burguesa que lleva la banalidad del pobre a la mesa del rico y lo convierte en un ágape que calma conciencias.

Yo soy español y me siento orgulloso de mi patria, pero no se confundan. Yo no estoy orgulloso de la locura de Orellana ni de las fábulas de Cortés.

Cuando yo digo que estoy orgulloso de mi patria me refiero a aquella que construyen los trabajadores y trabajadoras, los excluidos con su privación, de las madres sacrificadas y todo aquel que lucha por la justicia en los cuatro rincones de mi país.

Si algo tengo que decir de los ecuatorianos es que puedo ir a cualquier país del mundo y siempre hablaré bien de ustedes. No hagan caso a los discursos del odio, no hablo solo de aquellos discursos que les incitan a odiarnos como españoles, también a aquellos que incitan a odiar a los colombianos que caminan la frontera sin nada en los bolsillos huyendo de una guerra sin sentido, de los agricultores peruanos del norte que atraviesan los bordes para buscar mayor prosperidad. No discriminen, mis estimados, porque eso es un discurso de las élites que quieren que nada tengamos en común para manipularnos a su antojo.

Hoy he venido con un mensaje que se lee como abrazo de aquel que reconoce a un amigo que se ha perdido en el tiempo. Con humildad y respeto. Gracias.

Roberto García-Patrón García-Fraile

Redactor de redes sociales de Telesur.

*Roberto García-Patrón* *Social Media Writer*