Sería interesante saber cuánta riqueza de la gran biodiversidad se desperdicia y se pierde cada día en esta provincia que amamos, Manabí. Aún existe en este sentido mucho por descubrir; no obstante, de seguro, algunas especies de árboles forestales y frutales desconocidos en el mundo están siendo talados en una extirpación que no distingue el valor de lo propio, exótico y exuberante.
Este potencial, que enorgullece a quienes lo conocen y a los que lo saben por preferencias, es el que duele a quienes lo ven pasar en las plataformas de tráileres especialmente saliendo de la selva del Mache-Chindul y Pata de Pájaro, donde antes comenzaban los extensos e intensos bosques naturales, que eran el hábitat perfecto para una gran diversidad de aves y vida natural de animales. Cada día que pasa es más distante la orilla donde comienza el bosque nativo.
Si bien es cierto existen algunas instituciones que están constituyendo e intentan, por lo menos, salvar parte de este patrimonio, es claro y evidente que no es suficiente, puesto que se requiere mucho más, como por ejemplo, la presencia de organismos gubernamentales y de aquellos altos ejecutivos y funcionarios de diversas instancias públicas y privadas que tienen la facultad de marcar la ruta hacia el futuro de Manabí, sin olvidarnos de los grupos llamados ecologistas que solo lo hacen por lucir el membrete de tales.
Es necesario que todos conozcamos y entendamos la realidad, adentrándonos en estos parajes donde se ve la pobreza de los lugareños y que contrasta con lo exuberante y todavía hermoso de los parajes.
¿Puede acaso culparse a los lugareños que cortan y venden un árbol para subsistir, si no se les ha enseñado otra forma con la cual pueden procurarse el alimento diario para ellos y su familia? Es obvio que, en este medio, los que hacen fiesta son los comerciantes informales que pagan mal y depredan sin ningún compromiso social, en actitudes apátridas donde solo reina el mercantilismo.
Recuperar lo cercenado, lo perdido, es misión imposible, pero aún se puede proteger y multiplicar lo que queda.
Los que vivimos en Manabí tenemos la ineludible obligación de contribuir de cualquier manera para que las especies nativas de la región sean consideradas no solo patrimonio nuestro, sino también de la humanidad.
Es de solicitar a las municipalidades que todo el que quiera ejercer de comerciante de madera tiene obligatoriamente que sacar la patente de tal en este ramo y, si no lo hace, no puede sacar la madera y esta será requisada junto con el camión para que reciba la multa, además de la condición obligatoria de sembrar árboles para que su vehículo sea devuelto.
Ing. Miguel Mora