Quito, 28 de agosto de 2013
Tras la confesión de la “oposición” siria de que posee armas químicas, EE.UU. y sus sirvientes europeos se aprestan a atacar a ese país árabe bajo el pretexto de salvarle del ataque que el Gobierno inflige a su pueblo... con armas químicas. Y es de preguntarse: ¿tras las mentiras esgrimidas para invadir Irak, va a creerse en la buena fe de estos “demócratas” que ahora van en pos de otro bastión?
No sabemos cuántos seres humanos en el planeta conocen la verdad, pues la maquinaria mediática que maneja el imperio es gigantesca. Es de esperarse que amplios sectores, incluidos aquellos en la propia Norteamérica, entenderán cuál es la verdad: el ataque a Siria es uno más en esa brutal escalada que empezó con la guerra, fraguada desde el Pentágono, en que Irak atacó a Irán; luego, la invasión -basada en falacias- del propio Ejército norteamericano a Irak; la infamia que destrozó al país más avanzado de África, Libia y el asesinato vil a su líder.
Ahora van en pos de Siria, siempre falseando la verdad. A sabiendas de que su meta final es Irán. ¿Entienden los halcones de EE.UU. que este último paso puede conducir a la Tercera Guerra Mundial? ¿O van, precisamente, tras ello? Un imperio en decadencia -cuya agonía puede durar décadas- es capaz de todo, con tal de procurar su decadente hegemonía.
¿Cuánto tiempo va a soportar la economía norteamericana un desgaste tan brutal de su economía, vía invasiones, espionaje y guerras de agresión? El dólar tambalea y por más que los gobiernos títeres de la vieja Europa, empezando por la “pérfida Albión”, traten de sostener a la economía capitalista en crisis, la catástrofe se avecina. Una economía basada en la especulación no puede perdurar, por mucho que la apuntalen artificiosamente. Lo duro, obviamente, es para lo pueblos. Ellos sufren muerte y destrucción, hambre y desplazamientos.
Urge que las voces dignas de los Estados dignos se hagan oír, en contra de la política belicista que, junto con la depredación de la naturaleza, amenaza a la especie humana. Y a la vida misma en el planeta.
Somos antiguerreristas. Somos antiimperialistas.
Jaime Muñoz Mantilla