Guayaquil constituyó para España una de las mejores y mayores fuentes de abastecimiento de productos, como el café, cacao, tagua, tabaco y otros. Pero las exportaciones de esos productos por parte de gente señorial quiteña, que inescrupulosamente conseguían licencias, con la venia del Virrey, se beneficiaron de las riquezas exportables que generaba esta provincia.
Los tratadistas históricos, comentaristas, escritores, periodistas y otros, siempre limitaron la verdad de lo que constituyó Guayaquil para las jornadas patrióticas por la libertad.
En el fondo, estas “eminencias del tintero” soterradamente escondieron la presencia de los auténticos constructores de la patria, como fue el caso del poeta José Joaquín de Olmedo, quien el 9 de Octubre de 1820, fecha en que se proclama la Independencia de Guayaquil, fue uno de los más insignes baluartes para la libertad de su pueblo y por ende de todo el Ecuador.
Independizada Guayaquil del yugo español, marchó a Pichincha para con sus huestes libertarias consolidar con la Batalla de Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, la independencia total del Ecuador, eterno sueño abrigado desde el 10 de Agosto de 1809, Primer Grito de la Independencia. Luz de América para todas las naciones.
En 1830, en la ciudad de Riobamba (siendo el primer presidente del Ecuador el general Juan José Flores), cuando ya se había terminado la Real Audiencia de Quito y el Virreinato de Lima, empieza a surgir la tan acariciada libertad.
Otro personaje y fecha histórica para recordar con alto fervor cívico es el 5 de junio de 1895, cuando el general Eloy Alfaro Delgado impulsó con ahínco el desarrollo social de los pueblos. Fue importante el crecimiento del Ecuador en esa época. Luchó contra la servidumbre, los terratenientes y las escorias dejadas como absurda herencia por los españoles.
Lamentablemente, en El Ejido se armó la “hoguera bárbara” con el cuerpo del general Eloy Alfaro Delgado.
Mucho se ha comentado al respecto de los motivos que la “alta alcurnia” tuvo para acabar con la vida de este gran ciudadano.
Parte de la familia, amigos y compañeros de lucha más cercanos fueron vilmente asesinados por hambrientas turbas que de antemano ya estaban preparadas.
Los “ponchos”, es decir los marginados por siglos de siglos, fueron empujados por gentes malignas, cuyos autores intelectuales (terratenientes, fanáticos religiosos, magnates y otros), iguales que zombis andantes, clavaron por la espalda la traición a la patria.
Quienes poblaban el territorio, antes de la llegada de los españoles, que luego sería el Ecuador, fueron hombres y mujeres que desempeñaban labores de campo agrícola, pesca, construían sus viviendas y cuidaban sus ciudades, gentes de noble estirpe, descendientes huancavilcas, entre otros grandes.
Contra ellos arremetió la corona española y destruyó magníficas formas de vida y de trabajo, quemaron sus viviendas, arrasaron sus pueblos, mantuvieron una vigía permanente para someter, matar y explotar a los aborígenes. Por ello, cabe preguntarnos: ¿A qué fundación de Guayaquil debemos rendirle pleitesía?
Juan Alberto Santos Morla
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