No hay mejor futbolista en la UEFA al momento, tampoco en FCB. Muchos trofeos y medallas a su favor le reconocen su calidad y capacidad fuera de serie. Los rivales también lo saben, lo estudian antes de los partidos y establecen estrategias para contrarrestar su accionar usando buenas o malas artes. Sin embargo, Messi no puede ganar siempre, ni puede ganar todo.

De todos sus intentos hay un porcentaje de errores que es usado por propios y extraños para denostarlo, reprocharle, criticarle de manera profesional. Cuando no pudo conseguir la Copa América para Argentina, como escribir y decir críticas es fácil, se escucharon y leyeron gruesos insultos, recriminaciones, de entendidos y especialistas, al mejor futbolista del mundo.

También en los momentos de los partidos en que las cosas no salieron a deseo de los espectadores, desde los graderíos se esparcían palabras.

En los casos indicados hay una característica común. Los más drásticos, los más exigentes, son aquellos que no han estado de cerca en sus zapatos. Cuando a Messi le faltó un paso para conectar con el balón y hacer el gol, yo me analizo y sé que a mí me habrían faltado 20 pasos; y con ello contengo mis impulsos de gritarle inútil, flojo de coraje, etc. Pero a miles que les faltarían más de 50 pasos en la misma situación, se atreven, sin escrúpulos, sin vergüenza, a gritar eso y más. Creo que aquello se da por la falta de ecuanimidad, falta de sentido de las proporciones, que nos permite a los menos dotados -y más a los mediocres- exigir con máximo rigor la perfección a quienes son superiores a nosotros.

Yo, que no tengo ninguna relación con el Gobierno ni con la oposición, observó que en el campo político sucede algo similar. Rafael Correa, como Messi, es un  fuera de serie de la política ecuatoriana, pero está muy lejos de ser perfecto y, de todas las decisiones y acciones, tendrá un 60 por ciento de aciertos y un 40 por ciento de errores. Actualmente, evaluando a los opositores, los que más se le acerquen tendrían un 30 por ciento, siendo generoso. Sin embargo, con el 40 por ciento de errores de Rafael Correa, la oposición, la prensa y los ingenuos tienen para llenar periódicos, libros, reclamos e insinuaciones o tienen asidero para huelgas, paros, rebeliones, insultos. Respecto a la perfección, Messi, Rafael Correa y el mismo Papa quedarán pequeños y habrá mucho campo para la crítica.

En dichos casos, los comentarios más groseros y más torpes vienen de los menos conocedores, de los más ineptos, de los que menos equilibrio tienen.

El análisis que hacen los clubes es que Messi cuesta una millonada y no se le puede sustituir mientras no aparezca alguien que pueda hacerlo un poquito mejor o se equivoque menos. El análisis que pido a la oposición y a los periodistas es que digan si Tibán, Vera, Lasso,

Nebot, Pérez Guartambel, Quishpe, Oquendo, o cualquiera de los periodistas, merecerían una calificación de 61 por ciento, para que sus propuestas agresivas y sus descalificaciones al Gobierno tengan alguna coherencia, para que: ‘Fuera Correa, fuera’ tenga visos de alguna sensatez y no sea un llamado visceral e irresponsable al caos, a la debacle del país. Me imagino a cualquiera de ellos en los zapatos de Messi, me imagino a cualquiera de ellos en el sillón de Carondelet: ¡Espeluznante! No iré al estadio, no encenderé el televisor.

Atentamente

Mario Pérez