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El Telégrafo

Francisco

02 de junio de 2015

Jorge Mario Bergoglio adoptó el nombre del Santo de Asís, seguramente inspirado en su vida consagrada a Dios, de acuerdo a su ley. No pocos Franciscos coparon la memoria universal de la humanidad.

La historia registra con el nombre de Francisco a reyes, emperadores, sabios, necios y sátrapas, como el cruel y sanguinario español Francisco Franco Bahamonde.

Mas, el pasado dulcificó los tormentosos ciclos de tortura y esclavitud, poniendo junto al hombre no solamente lobos, sino también grandes pastores, que con su vida ejemplar y amor al prójimo ofrendaron su existencia al servicio de los desposeídos de fortuna.

No es necesario ser católico o creyente para reconocer las excelsas virtudes de quienes la Iglesia católica los llevó a su altar:

Francisco Solano, evangelizador de las tribus indígenas. Llamado el Santo del Violín porque empleaba este instrumento en sus catequesis en tierras del sur americano.

Francisco Javier o el ‘Apóstol de las Indias’. Con apenas 19 años fue admitido en la Universidad de París donde estudió filosofía y conoció a Ignacio de Loyola, con quien fundó la Compañía de Jesús. Apasionado misionero, recorre Francia, España y Portugal, emprende viajes a la India, Malasia, Japón y la China, muere al empezar su más ambiciosa misión: convertir a los ateos.

Francisco de Sales, patrono de los periodistas y escritores, convierte a muchos herejes, deja una importante obra de vida ascética que fuera su práctica diaria. Su concepto recogido por Juan Bosco dice: La sana alegría del corazón no es incompatible con la perfección evangélica.

Francisco de Padua, fundador de la Orden de los Ermitaños, de don profético y milagros realmente extraordinarios, por lo que muchos le llamaban taumaturgo o el ‘Taumaturgo de Padua’.

El Santo de Asís, cuyo verdadero nombre es Juan. Desciende de una acaudalada familia de comerciantes, lo que le aseguraba una vida de bienestar y comodidad. Pero a los 20 años hizo voto de pobreza, repartió todos sus bienes entre los pobres, a quienes dedicó toda su vida. Se juntó con jóvenes de familias ricas que, atraídos por su ejemplo y bondad, renunciaron a sus bienes y opulencia. Con ellos fundó la Orden Franciscana, que en principio se llamó Hermanos Pobres.

En su afán de convertir infieles se embarcó a Siria, África y luego España. Fundó varios conventos. Pasados algunos años hizo vida solitaria y se instaló en el Monte della Verna, en los Apeninos. Vive cerca de la naturaleza, alejado del mundo. Todos buscan ayuda del Poverello da Assis.

Era muy grande y sensible a las desgracias ajenas, muchos encuentran consuelo en él. Se dice que hablaba con los animales y las plantas. En su rigurosa vida de penitencia compuso ‘Canto al Hermano Sol’. Su fama de santidad es universal, el haber llevado una vida de austeridad y privaciones hasta los extremos quebrantó su salud y murió solo con la categoría de diácono, según su voluntad. El Santo de Asís es muy querido y ha despertado mayor simpatía aun entre los no creyentes.

Augusto Mera Arteaga

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