En familia viajamos el domingo 11 del mes en curso a un balneario muy cercano a Guayaquil a pasar un agradable día, gozando de unos de los mejores climas del mundo.
Sin embargo, es frustrante el enfrentarse en un apacible día con personas que se dedican a la venta de comidas preparadas, refrescos y servicios complementarios playeros que, con el objetivo de obtener ganancias exorbitantes, recurren al incremento excesivo de los precios.
Además, no satisfechos con su abusivo proceder, con alevosía y bravuconadas agreden a quienes se atreven a emitir alguna crítica.
Sean fuereños o malos playasenses, hay que ponerle coto a este abuso del que son víctimas los turistas nacionales y extranjeros, por el bien de este bello balneario de Ecuador. (O)
César Antonio Jijón Sánchez