Horroroso fue el saldo que la Segunda Guerra Mundial dejó a la humanidad: muerte, hambre, miseria, destrucción, dolor, tristeza, desesperación. Como un medio para rehacerse, el 24 de octubre de 1945, la humanidad constituyó la Organización de Naciones Unidas, cuya Carta manda: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles... Con tal finalidad y de practicar la tolerancia, a convivir en paz, como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional; a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común... Nos proponemos:
1.- Mantener la paz y la seguridad internacionales y con tal fin tomar medidas colectivas, eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, para suprimir actos de agresión u otros tipos de quebrantamientos de la paz y lograr por medios pacíficos y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz...”.
Posteriormente, en una pared de uno de los edificios que dan frente a la entrada principal del de la ONU en Nueva York, se grabó con letras muy grandes las expresiones del Profeta Isaías: “Jehová juzgará entre las gentes y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada gente contra gente ni se ensayarán más para la guerra”. (Isaías 2.4)
Seguramente fueron grabadas para lectura y reflexión de quienes por allí transitan, especialmente los representantes de los 193 Estados que forman la organización para que con su actuación las volvieran realidad permanente. En el recinto de la organización también hay valiosos objetos que los Estados miembros han obsequiado y que son expresiones de su ser, de su sentir y pensar.
En el jardín principal se destaca una escultura que fuera donada por la Ex Unión Soviética, representando a un hombre joven y fuerte que sostiene en su mano derecha, levantada a la altura de la cabeza, un pesado martillo listo para golpear; en su mano izquierda, una espada que, sobre un yunque, con los golpes recibidos del martillo, está ya cambiándose en reja de arado.
*El terrorífico 11 de septiembre de 2001 marcó en el mundo un quimérico antes y un doloroso después. Marcó el inicio real del siglo XXI.
*Tras dos décadas de negociaciones intermitentes, Israel y la Autoridad Nacional Palestina no logran solución definitiva a su conflicto. La última ronda de negociaciones directas se produjo en el año 2010, la organización islamista niega a Israel el derecho a existir y rechaza abiertamente los Acuerdos de Oslo de 1993, que establecen de manera provisional a la ANP como órgano de gobierno en Cisjordania y en Gaza, pero no en Jerusalén Este.
*14 de noviembre de 2012, nuevamente el dolor por los impactos y las víctimas del resurgimiento del horror en la Franja de Gaza con un saldo trágico de cientos de muertos y miles de heridos. Los israelitas acusan a los palestinos de provocaciones constantes y estos a los judíos de lo mismo, pero con el uso abierto de armamento sofisticado.
*Sumemos las pruebas que varios países realizan con nuevas y sofisticadas armas balísticas y nucleares; la guerra en Siria, los problemas de las repúblicas bálticas, africanas y del Golfo Pérsico; América toda y las víctimas del narcotráfico; Colombia y las FARC y también su “concluido” conflicto con Nicaragua; la salida de Bolivia al Pacífico; el bloqueo inmisericorde al pueblo de Cuba por más de medio siglo.
Todo demuestra que el derecho internacional o cualquier plataforma jurídica de la convivencia civilizada es permanentemente escarnecida. Hambre, desnutrición, pobreza extrema es lo que caracteriza a muchos pueblos del mundo. Esto nos lleva a la certeza de que actualmente el único lenguaje posible, después de Babel, es el de la guerra, calculada fríamente.
Vale preguntarnos: ¿Los líderes que asisten a las sesiones de Naciones Unidas habrán leído la profética frase?
Lo dicho nos obliga a reflexionar entre el temor, la ira y la esperanza: en el temor de que la iracundia irracional destruya nuestro hermoso planeta; en la ira, porque nuestras voces de rechazo y alerta no tienen eco en los líderes apocalípticos; y en la esperanza de que cuando superemos esos problemas, en cumplimiento a la profecía de Isaías, convirtamos la industria de guerra en industria de paz, los tanques de guerra en máquinas que permitan mejorar y aprovechar los recursos de la tierra y la agricultura; los aviones de combate en aviones de transporte y fumigación y destinemos todo el presupuesto militar al mejoramiento de la salud, educación, ciencia y cultura y todo el potencial nuclear al desarrollo y no a la destrucción.
Conocido es que para reflexionar sobre el futuro, mucho más válido es hacerlo a través de los ojos de quienes lo vivirán, y estos precisamente son nuestros hijos, a quienes estamos obligados a procurarles un mundo mejor, un mundo en el que, a base de paz, igualdad y respeto mutuo, se haga efectivo el primordial derecho a vivir como la dignidad humana exige.
Kléber Araujo Morocho.
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