La incursión de Rafael Vicente Correa Delgado en el escenario político ecuatoriano destaca con un estilo peculiar, acaso irreverente, pero de indiscutible corte socialista, donde resalta una fusión del clásico humanismo con la valoración del hombre contemporáneo al reconocerle a la masa multitud sus derechos y el cumplimiento de sus deberes en un ambiente de equidad y justicia, para lo cual ha tenido que romper falsos paradigmas implantados por un sistema neoliberal, cuyas cúpulas han detentado el poder aprovechando la conciencia ingenua de muchos connacionales a quienes les han dosificado que romper el statu quo donde conjugan la tradición, la cultura y la religión resulta sacrílego por el presunto atentado a ‘personajes u organismos’ acaudalados e intocables, respectivamente, que han usufructuado, para su beneficio y de sus agnados, las arcas del país y los organismos públicos en detrimento de la gran mayoría del pueblo ecuatoriano, ha generado la actual expectativa del pueblo ecuatoriano.
La presencia de este controvertido e innegable líder que parece era el caudillo que Ecuador estaba esperando dentro de una serie de dirigentes con sus peculiaridades -positivas y negativas- que ya son parte de la historia política nacional, ha convulsionado al país entre la aprobación de la mayoría y la observación de una minoría en la que se halla inmersa la inefable oposición, el enfrentamiento directo que ha tenido y tiene contra la oligarquía que ha detentado el poder económico y político desde que se fundó la República; ha desencadenado, como no puede ser otra manera, que los afectados en sus intereses de todo orden que creían mantenerlos ‘per secula seculorum’ con sus inefables ‘adláteres’, eternos cultores de la opción negativa que tiene el clásico tango ‘Cambalache’, formen una entente para contrarrestar la inevitable corriente de transformación económica y social que tiene el país y que ha encontrado en el presidente Rafael Correa su idóneo ejecutor.
Es el momento en que el pueblo debe hacer un análisis profundo, especialmente los jóvenes, y revisar la historia política y contemporánea del Ecuador y la referencia oral de ciudadanos de bien que rebasan las cinco décadas que, con objetividad y libres de sectarismos, expresen el antes de la irrupción en el escenario político de este indiscutible paladín que con entereza está combatiendo la inequidad y la corrupción con un socialismo auténtico y provocando urticaria a partidos políticos tradicionales y de los otros, que se sienten afectados en sus tradicionales canonjías por una inexorable verdad que los va desenmascarando y que, por su compulsión por recuperar sus privilegios, caen -incluso algunos- en la defección patria acudiendo a organismos internacionales que propugnan el ‘establishment’.
El ciudadano de conciencia crítica tiene la opción cívica de sumar fuerzas y adherirse a la Revolución Ciudadana para defenderla y fortalecerla. No hay tregua.
Lenin Manuel Moreira Moreira
