En su edición del domingo 1.12.2013, El Telégrafo publica una interesante entrevista a Emir Sader, quien, entre otras cosas y refiriéndose al ecologismo y la defensa de la naturaleza y la Constitución de Ecuador referida a sus derechos, afirma lo siguiente: "Si se ponen derechos, también se ponen deberes, pero dieron franca apertura para el fundamentalismo ecológico. La consecuencia es automática: no se toca la naturaleza". Esta manera de tornar maniqueo a un debate que no lo es resulta, por decir lo menos, irresponsable. Salvo algún trasnochado, los ecologistas sensatos argumentan con razones válidas -al menos dignas de considerarse- para oponerse a la explotación del ITT. Entre ellos, respetables pensadores como el columnista del matutino público el padre Pedro Pierre. En su columna de hoy, bajo el título ¿Pan para hoy sin hambre para mañana? dice, también refiriéndose a los derechos de la naturaleza consagrados en nuestra Carta Magna: "Claro, los que anteponen el capital a las personas ya han comenzado a decir que estos derechos son utópicos y que el dinero proveniente del petróleo permitirá la supresión progresiva de la pobreza. Es de preguntarse si la pobreza es solo el resultado de repartición de dinero". (Pierre, en un artículo muy anterior, propuso la socialización de las grandes empresas para el objetivo de mejorar la vida de la población). Y en el párrafo penúltimo pregunta: "¿Resistirá el Yasuní a la explotación petrolera, el comercio maderero y la extensión del turismo? Es muy dudoso". Por su parte, Fander Falconí, en su columna de hoy, recordando al ‘Conejo’ Velasco, señala "(reprimarización de nuestras economías, libre comercio, exclusión social, sobreeplotación de los recursos naturales, pérdida de biodiversidad, intercambio desigual en lo económico y ambiental, cambio climático) nos obligan a repensar las tesis".

Los 2 son intelectuales serios, responsables, no tirapiedras ni ecologistas infantiles. El señor Sader debería considerar estas opiniones y otras afines.

Jaime Muñoz Mantilla