A la luz de los datos históricos de estos últimos 7 años, he llegado a la inequívoca conclusión de que el verdadero Alcalde de Guayaquil es el Sr. Presidente de la República. Las obras que ha impulsado en beneficio de los habitantes de la ‘Perla del Pacífico’ son, a más de trascendentes, obras que impactan en el buen vivir de los ciudadanos en su globalidad y alejados del modelo de oropel que tanto gusta a las burguesías y élites de nuestras ciudades. Al parecer, en el caso de Guayaquil, mientras más parecidos existan con la norteamericana Miami, más desarrollada se percibe a la ciudad en los círculos locales de poder.
Las obras -respuestas a las verdaderas necesidades comunitarias- que el actual Gobierno ha impulsado y construido, tienen una visión de futuro innegable y una relación directa con los aspectos básicos con los que una ciudad respetuosa de sus habitantes debe brindarles: la viabilidad de acceder a la recreación bien entendida, el valorar el medio ambiente para usufructo de todos los ciudadanos, el facilitar los emprendimientos de los sectores populares, el ejemplarizar una democracia vívida, el integrar a todos en los beneficios de ser ciudad, el facilitar el turismo interno y otros a través de obras, como el saneamiento del Salado, la inclusión de la isla Santay a la dinámica turística, el Parque Samanes con su gigantesca infraestructura, el impedimento de que la marginalidad de vivienda siga rampante, el haber evitado el avance del separatismo, el haber rescatado al Estado como rector de las ciudades secuestradas por élites que se servían de ellas en detrimento de la economía nacional y, por fin, la implementación de la necesaria desconcentración y descentralización de las entidades públicas con la respectiva modernización en el concepto de atención al ciudadano y en la infraestructura física. Realmente son acciones que perdurarán más allá de las actuales coyunturas políticas. Bien por Guayaquil, pues aunque nací en Yaguachi, la respeto y aprecio como propia.
Kléver Medina Alvarado
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