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Hoy, que presenciamos con verdadera repulsa la forma falsaria de hacer política en el país, con insignes protagonistas de la más alta ralea de la corrupción ecuatoriana, cabe preguntarse, ¿cómo se sostiene esta suerte irracional de hacer política?, ¿cómo explicar la vigencia y peso del indiscutible protagonismo que, nos guste o no, disfrutan quienes a través de la descarada mentira cotidianamente bombardean el imaginario y la reflexión de los ciudadanos?, ¿cómo entender que responsables y actores directos de la inmoral deuda externa, del saqueo del petróleo, del atraco bancario, de la siniestra dolarización, de la evasión de impuestos y, por encima de todo, de la corrupción política-empresarial que, por cerca de cuatro décadas, asolaron al país, hoy, con total libertinaje, sean figuras prominentes del golpismo y la conspiración? Sin la menor duda, la única, e indiscutible explicación reside en el poder que otorga el dinero. Solo con él se puede: comprar medios para amañar la información, organizar marchas y plantones para crear la anarquía, financiar paros y huelguistas para instar a la insurrección. En fin, solo el poder que otorga el dinero hace posible que germine y robustezca la fanesca politiquera en la que se mezclan: ocasionales derechistas e izquierdistas, hipotéticos opresores y oprimidos, supuestos blancos e indígenas, casuales ecologistas y contaminantes, fortuitos idealistas y materialistas, declarados creyentes y ateos, etc. De aquí degeneran los grupúsculos de aquellos que, solo por dinero, se hacen los ciegos, sordos y mudos, tal que, con el desmedido soporte de los medios de comunicación vendidos, intensiva y sistemáticamente, a punta de mentiras, procuran torcer el pensamiento de los ecuatorianos, en el protervo intento de sacar ventaja a favor de sus monetarios intereses.
Así, y como siempre con el inocultable apoyo de los medios vendidos, de la manera más burda buscan enlodar la realidad de un nuevo país que, Dios mediante, hoy experimentamos avanzando en la reducción de la pobreza, revolucionando la educación, promoviendo el Buen Vivir, impulsando el desarrollo económico y defendiendo la naturaleza. En consecuencia, es perder el tiempo tratar de enfocar y entender los causales de los conflictos sociales que presenciamos en los últimos días. Tales son las incoherencias e inconsistencias de los enardecidos reclamantes que con bombas, palos, piedras y lanzas, mediante acciones incluso homicidas, reclaman democracia a través de la conspiración; exigen educación atentando contra el bien público; demandan trabajo de la mano con sus explotadores; reivindican libertad acompañados con sus garroteros; exigen honestidad auspiciados por corruptos. ¿Cómo entender tantos despropósitos? Muy simple, todo se explica si por detrás de tanto cinismo está el dinero.
Jacinto Alejandro Henríquez Barzola