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El oficio de contar la verdad no es triste. Es un compromiso social necesario e ineludible
30 de septiembre de 2011Don Felipe Burbano de Lara:
Cómo no responder y aclarar a aquellos medios y comités internacionales que han formado un criterio sesgado y equivocado de la realidad de nuestro país. Cómo permanecer inmóvil ante semejante avalancha de críticas infundadas con la que pretenden demostrar que Ecuador está atravesando una crisis democrática, en la que las libertades están amenazadas, perjudicando, con la complicidad de los medios locales manejados por esas cuatro familias, la imagen de todo un país.
La tristeza del oficio al que alude la provocan aquellas “noticias y editoriales” construidos con verdades a medias o embustes que agenciosamente se publican para defender mezquinos intereses, aun a costa de sacrificar la reputación de todos los ecuatorianos, quienes no permitirían jamás que sus derechos sean conculcados por tirano alguno. El botón de muestra es el 30 de septiembre pasado en el que ciudadanos, sin bandera partidista alguna, defendieron hasta con la vida la vigencia de un sistema democrático.
Bien sabido es que los argumentos “ad hóminem” son falaces. Sin embargo fortalecen mis convicciones. Descalificar, como lo hace en este artículo de opinión, la tarea esforzada y sin tregua que lleva la Secretaría de Comunicación solo demuestra la ceguera a conveniencia o la dualidad discursiva para encubrir lo que es evidente: la libertad de expresión plena, sin ambages y sin restricciones (excepto las que se limitan de acuerdo con la moral individual y las que, en derecho, se deben observar) que se respira profundamente en nuestro país. La publicación de su columna es una prueba fehaciente de ello. A pesar de su pobre contribución al debate de temas de interés social, esta ha sido publicada y difundida sin censores ni censuras de parte del Gobierno.
La agenda impuesta por esas cuatro familias propietarias de medios y que a usted parece molestarle su alusión, ha intentado por todos los frentes posicionar el caso de Emilio Palacio y los directivos de El Universo como un juicio por delitos de prensa. Nada más equivocado. Quien con honestidad se aproxima a la verdad entenderá que lo que hizo el editor de opinión del diario de marras nada tiene que ver con el ejercicio de un derecho, sino con el abuso atroz de un poder ilegítimo, quién sabe si para provecho político personal a costa de pisotear la honra ajena.
Se ha pretendido por todos los frentes, en este gran cabildeo mediático, posicionar un afán inexistente de cobrar 40 millones de dólares por la dignidad lesionada de una persona. El presidente Correa ha sido claro en expresar públicamente su decisión de donarlos porque no le interesa el resarcimiento económico. Importa, eso sí, la redención de la dignidad de las personas acosadas mediáticamente y esto es un hito para ello.
El acento que se ha propuesto al tema pecuniario no es inocente porque se ha fijado solo en los guarismos para denostar la legitimidad del reclamo, y ha bajado el perfil a aspectos como el estricto cumplimiento de los derechos de los demandados a un debido proceso de acuerdo con las garantías constitucionales que solo es posible en un Estado de Derecho. Nada se ha comentado sobre el origen del juicio y de la falta ética al afirmar un hecho, calificarlo y juzgarlo sin prueba alguna. Difundir calumnias no es periodismo. Propalar fragmentos de un hecho o engaños empaquetados en papel de noticia no son buenas prácticas del oficio, y no lo digo yo, está inscrito en cada manual de estilo construido por los propios medios de comunicación.
Es obvio que las cuatro tesis que dice defiendo con vehemencia le incomodan, al igual que a otros colegas suyos, quizá por un malentendido espíritu de cuerpo, o tal vez porque desde la perspectiva empresarial constituye efectivamente un atentado al monopolio de la palabra mediatizada, pero le notifico que son principios a los que no estoy dispuesto a claudicar, aun exponiéndome al escarnio público de los sayones de tinta y papel.
Saludos
Fernando Alvarado Espinel
Secretario Nacional de Comunicación