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El Telégrafo

El Obispo Rojo

29 de agosto de 2014

Peligroso para los imperios político-económico y religioso, monseñor Leonidas Proaño fue perseguido, investigado y apresado, con otros ilustres obispos y su vicario Agustín Bravo. Sus armas favoritas, a las que no apresaron, fueron: el Evangelio, la educación liberadora, su fe en el hombre y en la comunidad, el diálogo, su testimonio de vida.

La presencia de monseñor Proaño está viva en el corazón de los pobres, sus amigos, y de la Iglesia, su madre. Su pensamiento y su influencia, a nivel local, nacional e internacional, consignados en numerosos libros y documentos, son de tal trascendencia que rebasan los estrechos límites del actuar de la Iglesia ecuatoriana, que tiende a convertirse en una empresa económica, confundiendo la acción evangelizadora con las prácticas de un mercado de bienes religiosos (aranceles por los servicios religiosos… etc.), en clara contradicción a las recomendaciones del papa Francisco, en ‘Evangelii Gaudium’: “construir una Iglesia pobre para los pobres”.

La Iglesia ecuatoriana, al ignorar los postulados del papa Francisco, da a entender que: o no conoce el documento ‘Evangelii Gaudium’ o lo tiene de adorno en sus bibliotecas, sin importarle la divulgación de dicho documento para el conocimiento del pueblo; su preocupación se centra en condecoraciones y honores.

Monseñor Proaño vive y seguirá viviendo. Su personalidad se agiganta cada vez más, pues el Episcopado, para Proaño, fue  el servicio al pueblo de Dios antes que un honor y un poder.

El 26 aniversario de su resurrección es celebrado por los pobres y por los que aman la libertad de los hijos de Dios.

Dr. Ruperto García S.

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