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Pensaba, Sr. Director, al escribir esta carta, hablar sobre las leyes de Herencia y de Plusvalía.
Sorprendente revuelo. Cómo gritaron, cómo vociferaron, algo marcharon, cómo se vistieron, bastante estropearon, destruyeron y golpearon con piernas, palos, fuegos y fierros.
Sorprende, porque se asume que los valientes manifestantes son creyentes. En su inmensa mayoría, católicos convencidos de seguro, y reaccionan tan iracundamente ante leyes que en definitiva lo que buscan es repartir, distribuir un acervo que en no pocos casos, si se escarba, no es muy legítimo ni ético.
A las leyes se les pueden hacer sus arreglos y acomodos, pero “dar es dar”, como dice Fito Páez.
San Francisco, en su testamento, hereda a sus compañeros de orden el mayor tesoro espiritual: A madonna pobreza.
Realidades absolutamente diferentes. Pero dar es dar.
Sr. Director, miro y leo a Europa, y algo huele mal. El modelo neoliberal fracasó en América Latina, erosionó el Estado de bienestar y arruinó económica y socialmente a países como Grecia y España.
Su última perla: la diáspora de refugiados del Medio Oriente, sirios, libios, iraquíes, etc., etc. Pueblos y culturas destruidos y desmembrados por guerras provocadas, sustentadas desde la OTAN y el Viejo Continente.
Como el mundo es impredecible e ingobernable, la diáspora se les vino encima, no les queda más que repartírselos en cuotas, para rescatar su extraviado sentido de humanidad.
EE.UU. y las potencias europeas, únicos culpables de millones de muertos, heridos, mutilados, huérfanos y desplazados, desvirtuaron a naciones milenarias, debilitaron y corrompieron a sus ejércitos, exacerbaron las confrontaciones de carácter religioso, lo que culminó con la irrupción del Estado Islámico, fascismo decapitador de nuevo cuño, cuyo verdadero origen puede ser otro WikiLeaks.
Siria es el bastión que resiste y se defiende. La guerra y, sobre todo, la paz deben construirse junto a su Gobierno.
Cuando la misa católica de los domingos termina, el curita suele decir: “Pueden darse la paz. Podéis ir en paz”. Aquello es lo que hay que lograr.
Con Madonna pobreza no queremos nada. Mi plata es mía, de mis hijitos y, a lo mejor, de mi esposa o esposo, según sea el caso, dicen unos. Otros bombardean desde el cielo, para preservar el neoliberalismo, si van por tierra, se quedan; y de yapa se traen el petróleo.
Es la hora de la paz verdadera, sin condiciones, basada en la justicia y la libre determinación.
La imagen de Aylan Kurdi, a estas alturas, trágico insumo noticioso, se multiplica diariamente, ahora en playas sinónimos de riqueza y prosperidad.
¿Hasta cuándo?
Andrés Martínez Arrata
C.C. 0907682884