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El Telégrafo

El Holocausto

30 de marzo de 2015

Cada cierto tiempo la televisión pasa información con imágenes de los crímenes en la dictadura de Hitler, ¿por qué culpar de todo el holocausto al vagabundo de Viena? Él no invento nada, ni la conquista del mundo ni la persecución a los judíos, generaciones enteras de alemanes fueron educados en el culto a la guerra.

Los más grandes filósofos predicaron el odio a los judíos y el “No” a la democracia. Enumeremos a estas mentes brillantes Hegel, Nietzsche, el Conde Gobineau, Chambezlain, Freitschke, Fitche, ninguno de ellos era un miserable charlatán, sino hombres cultos y de experiencia. Por lo tanto, ¡cómo entender que este cabito de Vaviera haya empujado hacia el abismo a esa gran nación de 80 millones de personas! ¡Por Dios, cómo entender! Respecto al ejército —sentía desprecio por esa casta de generales a quienes trató e hizo morder el polvo, desprecio por esos viejos soquetes— debió pensar que con muy poca cosa se les podía poner en el bolsillo, por eso es mentira que todo hombre tiene su precio, pero se puede poner un cebo, pues alguien tiene que morder. Antes de morir como criminal de guerra, el general Alfredo Jold dijo al preguntarle cómo es posible que todos ustedes honorables generales siguieran al servicio de un asesino que no era misión del soldado ser juez de su comandante supremo, esa es una función que corresponde a la historia o a Dios.

El día de la declaración de guerra a Francia, la nación entera estaba de fiesta, por fin había llegado el día de ajuste de cuentas con el enemigo número uno. De los balcones lanzaban flores, serpentinas; las mujeres, abrazos, besos, palabras hermosas. Desde el momento en que los grandes talentos, los hombres de ciencia, los llamados genios, siembran de este modo no hay que extrañarse de que la semilla produzca una reacción monstruosa. No podemos olvidar a los hombres de negocios y de la banca, los señores del RUHR, cómo olvidar a las compañías importantes de seguros, por Dios cómo entender y, para terminar, como dice William Shirer, será difícil olvidar que todos estuvieron implicados en la fábrica de la muerte.

Hasta la victoria siempre.

Ulvio Genaro Villena Sánchez
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