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El Telégrafo

El hermano mayor: payaso o bufón

21 de mayo de 2011

20 de mayo del 2011

Sr. Director
Diario El Telégrafo
Guayaquil.-



El hermano mayor: payaso o bufón

Cuando se quiere denigrar a alguien se ha dado por denominarlo payaso. Se utiliza este vocablo como un término peyorativo en referencia a una persona que dice o hace algo de mala manera. En política se ha hecho costumbre llamar así a quienes asumen posturas de líderes sin serlo, aquellos que no tienen poder de decisión en temas importantes pero que aparentan tenerlo, esos que aparecen en la palestra pública pretendiendo ser eruditos y providenciales cuando son lo contrario. De ahí el reproche proverbial de “no hablo con los payasos sino con el dueño del circo”.

Y se ha extendido su uso hacia otras todas áreas del quehacer diario, como los deportes y el profesionismo. No obstante que el ser payaso requiere un gran sentido del humor e importantes dotes artísticas, lo que no está siendo considerado al momento de endilgar el epíteto.

En ese orden deductivo estimo que no se compadece con la realidad el calificativo payaso de la manera como se lo utiliza, es contrapuesto a su verdadero significado, que refiere a un artista de circo, alguien gracioso, de traje vistoso, propenso a hacer reír con sus dichos o hechos.

Me inclino por bufón. Que aún perteneciendo a la sinonimia de payaso presenta otras connotaciones más precisas y aplicables a los políticos de acción absurda. Va por lo buhonero y chocarrero.

El uno es tierno y alegre; el otro grotesco e insulso. El payaso arranca sonrisas y prodiga alegría; el bufón agrede y disfraza el sentido etimológico de la expresividad.

Hay quienes dicen que el hermano del Presidente es un payaso al servicio de los intereses económico-políticos de la derecha. En ese caso diría que más se asemeja a un bufón. Sus apariciones cargadas de chocarrería lo ubican ahí.

Sus historias y fábulas carecen de comicidad y más bien son mordaces, irónicas y denotan deslealtad filial. Un payaso es honorable, entrega su corazón y se enriquece con la respuesta alegre y afectiva de su público. Un bufón engaña, lastima y arranca sonrisas viscerales causadas por un lacerante humor negro.

Respetemos a los payasos. Se lo han ganado.

Atentamente,



Ramiro Serrano M.
Durán - Ecuador

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