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El Telégrafo

El guardafrío y los servicios municipales de antaño

24 de julio de 2014

Hace más de 50 años, en Guayaquil y en otras ciudades y poblaciones del litoral, se usó un tipo de mueble, muy útil en todo, del tamaño un poco más pequeño que una refrigeradora, era una especie de armario o lo que ahora se llama modular, constaba de unas tres o cuatro repisas, cubierto por los cuatro costados con tela metálica y, obviamente, con su puerta delantera.

En sus repisas se guardaban los alimentos preparados y cocinados, frutas y postres, los cuales estaban protegidos de las moscas y demás insectos; además, sus cuatro patas se asentaban sobre pequeñas latas o recipientes con agua, lo que igualmente protegía los alimentos que contenía el guardafrío de las hormigas y otras alimañas. Se puede decir que ese guardafrío equivalía a la refrigeradora de los pobres, hasta que poco a poco las neveras llegaron del exterior y se popularizaron como un utensilio más e imprescindible en cada hogar.

También es de recordar que muchas casas del Guayaquil de antaño contaban con una gran piedra hueca -especial por cierto- terminada en punta en la parte inferior, la cual era acondicionada en un mueble, se la llenaba con agua, la cual, filtrada en esa roca, caía gota a gota en una gran vasija de barro; y esa agua reposada era deliciosamente fresca, casi helada, bebida obtenida de ese filtro natural de antaño, complemento del guardafrío.

Igualmente, hace unas cuantas décadas, en Guayaquil se podía contar con algunos servicios higiénicos municipales, de gran utilidad para la ciudadanía, que incluso disponían de duchas para bañarse. De allí la costumbre de llamar baños a los servicios higiénicos que no solo eran urinarios sino baños públicos. Basta mencionar unos cuantos localizados en las calles Ayacucho y Cacique Álvarez, en la esquina del estadio Yeyo Úraga y otro frente al Mercado Central, en la calle Lorenzo de Garaycoa, que además era dormitorio popular para cualquier menesteroso. Otro servicio municipal, que solo puede ser recordado por los abuelos de ahora, eran los comedores municipales, de excelente utilidad, con buenos y baratos almuerzos.

Asimismo, es de recordar la famosa planta municipal de leche, ubicada en la calle Chile, diagonal a la Casona Universitaria. El expendio de la leche era en botellas de vidrio de un litro, también barato y de consumo popular. Obviamente que se extrañan esos verdaderos servicios que tanta falta hacen en la actualidad. ¿Por qué no hay dormitorios municipales para tantas personas que duermen en las calles? ¿Por qué no hay esos servicios en la actualidad, tan necesarios, habiendo cuantiosas recaudaciones anuales por donaciones en festivales musicales artísticos, organizados precisamente por la Municipalidad?


Ab. Fernando Coello Navarro
Profesor universitario

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