Cuando era niña mataron a mi perrita ‘Coca’. Un día llegué de la escuela y ella ya no estaba para recibirme con su movimiento de cola. La habían sacrificado porque había envejecido y despedía malos olores. Mis padres, descendientes de personas que tal vez hicieron lo mismo, no pudieron pensar en su cura.
No habría pasado lo mismo si el que estaba envejeciendo hubiera sido alguien de la familia, alguien a quien sí consideraran como tal. Años después he visto muchos más de esos casos. He visto a personas abandonar a sus perros cruelmente, mientras ellos corren tras sus vehículos, creyendo que es un juego.
Desde que murió ‘Coca’ hasta hoy, ya 45 años después, mi visión sobre los animales ha cambiado. Los humanos nos creemos injustamente superiores y en el caso de quienes nos ofrecen más cariño y compañía, como los gatos y los perros, no pensamos con la cabeza fría en retribuir ese cariño hasta la muerte.
No pensaba que las cosas podían cambiar. Que un grupo de jóvenes pudiera hacerlo. Hoy estamos imponiendo una nueva forma de vida a la fauna que también lo merece. Ojalá los asambleístas puedan verlo así en el Proyecto de Ley Orgánica de Bienestar Animal (LOBA) en la sede de la Asamblea Nacional.
Verónica Camacho