En la psiquis o memoria colectiva de las y los ecuatorianos, se supone que una sola persona debe ejercer el liderazgo político en la conducción del Estado, siendo esto un falso paradigma. En tiempos de la Colonia se impuso la idea que el Rey o su representante en nuestras tierras americanas era el escogido por la divina Providencia para gobernarnos. Esta idea se ha fortalecido por grupos que han ostentado el poder desde la existencia del Ecuador.
Desde que regresamos a la democracia en 1979, los grupos pudientes se han preocupado por que figure en la política solo la cabeza y no el grupo de personas vinculadas, descartando en la práctica la participación del pueblo. Ante los ojos de la población han posicionado la imagen de que solo el caudillo podrá resolver los problemas sociales, además de fortalecer el mensaje de que los ciudadanos somos incapaces de gobernar y debemos conformarnos solo con obras estéticas y ciertas dádivas. Con esto se logran consolidar intereses de clase social, concretándose grandes negocios e inversiones económicas de pequeños grupos que tienen un afán desmedido de lucro, sin ningún sentido social ni de desarrollo del Estado.
Esta realidad ha cambiado considerándose dos épocas, la una antes y la otra después de Correa. La democracia participativa presume la vinculación de la ciudadanía en la toma de decisiones públicas, pero no es posible invertir la pirámide de poder para alcanzar un cogobierno popular y ciudadano, si somos tan cómodos de esperar que un solo ser humano trate de cambiar dichas relaciones de poder. Por eso, el creer que solo el actual Presidente solucionará los problemas es un arquetipo equivocado y es tiempo de irlo acompañando con una activa participación ciudadana, apoyando a más liderazgos individuales que impulsen el liderazgo colectivo de toda la sociedad y consolidemos todos y todas el poder popular.
Nuestra gente debe evolucionar en su pensamiento y entender que las grandes transformaciones del país y en especial de la Administración Pública no se conciben sin la presencia directa de la ciudadanía que vive en el campo, en la ciudad, que es artesana, obrera, trabajadora, estudiante, profesional, empresaria, etc. El recambio generacional exige gente comprometida con los más altos intereses de la República y decidida para poder establecer un nuevo modo de producción más humano: el Socialismo del Buen Vivir.
Un abrazo fuerte y revolucionario del autor,
Ing. Rodrigo Contero Mejía