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Ya han pasado cinco largos años del fallido putsch y magnicidio que se orquestó desde la más sórdida y cavernaria extrema derecha política, cuyos tentáculos -al parecer- llegan hasta las mismas altas esferas gubernamentales y judiciales, pues de otra manera no se puede explicar la lentitud para las investigaciones y para el mismo trámite judicial, pues ya no es vergüenza sino negligencia que recién se haga la famosa reconstrucción de los hechos, llevando al propio Presidente de la República, para que las autoridades de la Fiscalía recién constaten, verifiquen y comprueben lo acontecido hace casi cinco años; y todavía la ciudadanía sigue esperando el informe o dictamen fiscal para que el o los jueces sentencien.
Si lo acontecido en ese aciago 30 de septiembre de hace cinco años, en un cuartel de la Policía en la ciudad de Quito, en donde hubo primero una clara ‘rebelión’, tipificada como delito contra la seguridad interior del Estado, señalado claramente en el art. 138 del Código Penal vigente a esa fecha, y configurado en el art. 336 del actual Código Orgánico Integral Penal; no se debe olvidar lo que todos los ciudadanos vimos en vivo y en directo por la televisión que transmitía la ‘retención’ del señor Presidente de la República; y cuando los comandos fueron a rescatarlo en la noche; el ‘recibimiento’ y ‘bienvenida’ con nutrido fuego y los disparos de los policías rebeldes atrincherados en lugares estratégicos y con francotiradores. Su propósito era evidente: asesinar al Presidente y terminar de asaltar el poder político por el grupillo de asambleístas de oposición. Ante las claras evidencias, que no necesitan ser demostradas, pues es como hacer llover sobre mojado, pero por el tortuguismo legal se continúa investigando, al parecer hasta las calendas griegas.
Lo obvio y elemental es que es tan sencillo saber quién era el jefe del cuartel de Policía insubordinado, cuántas armas se utilizaron, cuántas balas se usaron, y así de sencillo, el jefe es el responsable; al igual que ya se sentenció -aunque también un poco tarde- a los culpables por ser su responsabilidad la muerte de los neonatos en un hospital de niños de Guayaquil, debido a las bacterias existentes en el sistema de aire por falta de limpieza y mantenimiento. De igual manera, no se necesita de exageradas y largas investigaciones para hallar a los culpables del fallido putsch y magnicidio del 30-S, creo sencillo determinar quién es el jefe de cualquier oficina o dependencia pública, esa persona es la responsable y los subalternos reciben órdenes, y todos y cada uno son responsables de lo que hacen o dejan de hacer.
Caso contrario, si no se dictamina pronto en el caso 30-S, el ‘tortuguismo investigativo’ llegará a la conclusión de que nadie es culpable, que los asesinados se suicidaron y que el Presidente de la República fue a una visita de cortesía y que con igual reciprocidad lo trataron en el cuartel del 30-S; y curiosamente el parque de municiones está completo, no se disparó ningún tiro, y todos los policías de esa época, si no están disfrutando de su retiro y jubilación, estarán ascendidos de rangos y hasta condecorados; y hasta los fiscales y jueces habrán sido cambiados y, como se dice en el lenguaje popular: Aquí no pasó nada, solo se rompió una taza y cada uno a su casa. ¡No! No puede ser. Debe sancionarse a los culpables, caso contrario, con la indiferencia y negligencia supina, la historia puede repetirse.
Ab. M.Sc. Fernando Coello Navarro
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