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Ecuador, 30 de Enero de 2025
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El Telégrafo

El 15 de noviembre de 1922

24 de noviembre de 2014

Recuperar nuestra historia, cuán necesario es para nuestros pueblos, para destruir a nuestros tradicionales enemigos: los grupos de poder económico que a través de sus ‘banqueros-políticos’, sus seudospartidos, sus mercenarios ‘periodistas’ y medios de comunicación, hoy pretenden nuevamente engañarnos y supuestamente defender los “derechos humanos” y la “libertad de prensa”, es decir, sus negocios de embrutecimiento masivo.

Debemos tener claro y presente que las rémoras colonialistas e imperialistas no han podido detener los cambios que imprimen los movimientos revolucionarios, por más que hayan instrumentado campañas de terror y exterminio como la masacre del 15 de Noviembre de 1922, en Guayaquil durante el gobierno liberal de Luis Tamayo.

A las restricciones económicas generadas por la Primera Guerra Mundial se sumaron las secuelas de la peste del Cacao, una  devaluación monetaria que elevó de 2 a 5 sucres el precio del dólar, erosionando aún más la ya mermada economía popular. La crisis motivó la protesta de las masas empobrecidas que organizadas en sindicatos marcharon por las calles de Guayaquil, exigiendo justicia y recibiendo bala de la gendarmería en respuesta, por orden del gobernador del Guayas. La heroica jornada novembrina dejó cerca de dos mil muertos que fueron arrojados a las canteras del Cementerio General y al Río Guayas luego de haberles perforado las vísceras con bayonetas para que sus cuerpos desaparecieran en el fondo del río y así ocultar el vil crimen. Al día siguiente los cadáveres aparecieron flotando en el río con los brazos extendidos a modo de cruces.

Familiares y deudos recordaban la tragedia desplazando río abajo pequeños veleritos con cirios encendidos. Las historias oficiales y autoridades venales no hacen reminiscencia del heroico y luctuoso acontecimiento. Posteriormente el escritor y militante de izquierda Joaquín Gallegos Lara, que vivió el fatídico día cuando tenía nueve años, plasmó el infausto suceso en su novela Las Cruces Sobre el Agua. Nuestros pueblos no se han debilitado con los frecuentes baños de sangre que les han dado los miserables detentadores del poder, por el contrario han fecundizado los corazones y han despertado las conciencias para avanzar por el camino de la reivindicación enarbolando el pendón de José Martí, de Simón Bolívar, Ernesto Guevara, Miguel Enríquez, Raúl Sendic, De la Puente Uzeda, Los curas: Monseñor Romero, Camilo Torres, Domingo Lain, Manuel Pérez, el Comandante Fidel Castro y más adalides de la libertad de nuestro Continente Americano.

Y así la cimiente más poderosa que germinó luminosas auroras asomó en Cuba: la Perla de las Antillas convertida en el paraíso del pueblo y en el infierno de los capitalistas que no obstante la derrota que sufrieron en Playa Girón, mantienen en su poder la Base de Guantánamo convertida en una cárcel de vergonzoso historial; y prevalido el imperio de su poder continúa el bloqueo de la Isla de la libertad, y sin fórmula de juicio, de espaldas al derecho y la razón, encarceló a los cinco antiterroristas cubanos. No podemos olvidar la masacre generada por el gobierno del criminal terrateniente Camilo Ponce Enríquez, fundador del Partido Social Cristiano, el 2 y 3 de junio de 1959, contra el pueblo de Guayaquil.

Atte.
Manuel Pérez Rendón

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