Los recientes casos que han conmocionado la política mundial relacionados con Julian Assange y Edward Snowden, nos han dado a los habitantes del mundo importantísima información. En el primer caso, acerca de la descarada y vergonzosa intromisión de EE.UU., a través de sus misiones diplomáticas, en la política de los gobiernos de muchos países, entre los cuales está Ecuador; y en el segundo caso, de las ilegales y malintencionadas acciones que ha realizado ese mismo país norteamericano, a través de la Agencia Nacional de Seguridad, de espiar las comunicaciones interceptando llamadas telefónicas, correos electrónicos y otras redes de Internet, de ciudadanos de su propio territorio y del mundo entero, así como de funcionarios de gobiernos, incluido Ecuador, con el consabido pretexto de que se lo hace por la seguridad nacional.
Pero para los países latinoamericanos con gobiernos que defienden valientemente su soberanía, sin embargo del perjuicio sufrido por esos actos despreciables de EE.UU., sus embajadas y servicios de seguridad y espionaje (CIA), utilizados para, a toda costa y por cualquier método, perennizar su hegemonía y cuyos líderes creen que por el hecho de ser tales y por el poder bélico de su país son los dueños de los destinos del planeta, lo favorable de los casos Assange y Snowden es que se han convertido en acontecimientos que, por sus consecuencias, irónicamente están contribuyendo para el avance hacia nuestra segunda independencia.
Lo acontecido con la información de Snowden es para el país del norte un impacto político mucho más fuerte que el de las Torres Gemelas, sin que se trate de un atentado terrorista, ni que se haya producido la muerte de persona alguna y sin que exista un supuesto país involucrado al que hay que invadir.
Pero claro, EE.UU. intentará por todos los medios la extradición o captura de Snowden, y si lo logra sería mediante una gran acción estratégica o un espectacular operativo, según el caso, para el retorno y posterior enjuiciamiento de quien, para ellos, es ya el peor de los traidores que han atentado contra la nación norteamericana; hechos que, por supuesto, serían dramatizados en una película de Hollywood que batiría los récords de audiencia, de manera que los ciudadanos estadounidenses se acordarían con patriotismo y orgullo del éxito de su Gobierno y se les olvidaría el grave atentado a sus propios derechos humanos y los de los habitantes del mundo; lo que nos haría recordar aquella frase de la canción “Los americanos”, compuesta por Alberto Cortez e interpretada por Piero, que dice: “Si conocen historia, no es por haber leído, sino de haberla visto en el cine americano”.
Gabriel Araujo G.
C.C. 170445105-1