La ciencia, la tecnología y el conocimiento hoy en día marcan la tendencia en el desarrollo económico de muchos países.

Resulta sorprendente que procesos de producción que tomaban lapsos de tiempo enormes y que involucraban directamente la mano del hombre, actualmente, con la ayuda de un software -programa de códigos-, se realizan en tan solo minutos. Las comunicaciones, hace poco tiempo tan costosas y difíciles, se volvieron de una facilidad extrema con ayuda de la red -Internet- permitiéndonos entrar en contacto con personas muy disímiles a nuestra realidad y distantes miles de kilómetros.

La tecnología automotriz, en un principio a carburador, ahora con sistemas de inyección de gran precisión y con la implementación de las tecnologías híbridas que en poco tiempo serán reemplazadas por las eléctricas, independientes en su totalidad del empleo de combustibles fósiles. Son claros ejemplos de esta interminable e incalculable evolución, que empezó con la invención del chip de silicio -circuito integrado- y se consolidó con el lanzamiento del primer satélite espacial a la Luna.

Las economías dependientes de la mano del hombre y del agro quedaron rezagadas en rendimiento con respecto a economías basadas en la innovación, ciencia y tecnología. Tal es el caso del Facebook, una red social que acapara a millones de internautas y que generó ganancias en 2010 por sobre los 2.000 millones de dólares, cifra muy superior a la generada por una empresa petrolera de mediano rendimiento. Un software que combina creatividad, ingenio y tecnología frente a toda una estructura industrial.

Ante esta realidad se plantea la necesidad de que nuestro país no se limite a ser un mero espectador y consumidor de tecnología foránea, siendo necesario cimentar los pilares básicos del desarrollo tecnológico, mediante políticas que propendan a impulsar la investigación científica y a generar una educación de calidad.

Tito Javier Espinosa Vélez