La Universidad de Guayaquil, con sobra de merecimientos, entregó al maestro Hugo Delgado Cepeda el doctorado Honoris Causa. Hombre sencillo de nobleza espiritual incalculada, a quien tuve el privilegio de conocer cuando fui orgullosamente estudiante del inolvidable colegio Vicente Rocafuerte y de quien ahora soy amigo y camarada en la alucinante labor de investigación y difusión de nuestras raíces culturales y de la historia. Los ecuatorianos que conocemos sus logros y realizaciones estamos realmente complacidos esperando impacientes que el Gobierno Nacional coloque en su pecho la medalla “Eugenio Espejo”. Un hombre de verdad debe ser siempre viril, sincero, leal y desprendido frente a los demás, y eso ha sido y es el profesor Delgado Cepeda. Una de las figuras estelares contemporáneas del Ecuador.
Permitidme exteriorizar una anécdota que se dio entre los dos. Un día, mientras se transmitía mi programa cívico-cultural “Guitarra vieja”, que había llegado al año de transmisión, recibí la grata sorpresa de que habían dejado en portería un libro para mí, autografiado nada menos que por Hugo Delgado Cepeda. El acontecimiento me conmovió porque daba muestras de que el respetable maestro vicentino estaba escuchándome. Busqué su número telefónico y al agradecerle iniciamos la amistad entrañable que nos une ahora. En estas circunstancias invité al profesor para que me permita realizarle una entrevista en el set radial de Sucre-Cadenar.
Aceptado el interviú, nos concentramos y he aquí la anécdota: Me habló de la importancia cultural y científica de mis hermanos para luego inquirir: “Permítame, Arturo, preguntarle por Jorge, seguramente su otro hermano, ¿qué es de él?, fue mi alumno en el Vicente. Era inquieto, despierto y aprovechado; además, revoltoso y reclamón de derechos. ¿Qué pasó, qué ha sido de él?, no se lo oye”.
Sorprendido por su pregunta, le contesté: “Querido maestro, no. Nosotros somos tres, no hay otro. Ese a quien recuerda usted soy yo, pero como mi nombre completo es Jorge Arturo, siempre se ubicó en la lista el primero”.
Sorprendido y visiblemente feliz, replicó: “¡Ah!, carajo, qué bien, pensé lo peor, hijo querido. Qué grata sorpresa”.
Hugo Delgado Cepeda es inquieto, de temperamento nervioso. Alegre y locuaz, un libro abierto para todos, ni siquiera se necesita preguntarle para que regale sin egoísmos sus conocimientos.
Arturo Santos Ditto
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Guayaquil-Ecuador