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El Telégrafo

Dos fiestas, dos buenos negocios

21 de diciembre de 2016

La una (fiesta) se repite anualmente, es la religiosa de la Navidad; y la otra es la de la política para elegir gobernantes. En ambas se involucra casi toda la población generando grandes movilizaciones de recursos humanos y económicos; además de mucho sentimentalismo, por decirlo con suavidad para no decir que la dosis de hipocresía es alta porque, si se trata de recordar el nacimiento de Jesucristo, lo que se impone es el consumismo descontrolado de la compra-venta, regalos, comidas; y la fiesta es para los comerciantes. Todo se vende en ofertas y de todo se regala. Parece que el ‘amor’ aflora solo por Navidad y se lo demuestra por parte de los jefes para con los subalternos, entre los amigos y  familiares. Lo que resalta es dar  cosas materiales, aunque falte la sonrisa, el abrazo o el sincero apretón de manos y la palabra de afecto y de honrar a Dios.

La otra fiesta es la cívica, de igual manera bastante desdibujada del ideal de elegir a los gobernantes, para convertirse en el sainete de unos cuantos empresarios de la política, que ven como su meta llegar a alguna representación pública como mandatario sobre la base de la elección ‘democrática’ y mayoritaria de los ciudadanos mandantes; y es que ganar una dignidad pública es casi como sacarse la lotería, pues ya es un secreto a voces que un funcionario cantonal, provincial o nacional, de procedencia sencilla y de limitados recursos económicos, luego pasa a convertirse en próspero empresario, comerciante y hacendado viviendo en magníficas viviendas; y eso casi en la mayoría de los casos, gracias a que fue, es o ha sido un político que por añadidura siempre vestirá elegantemente y se transportará en un vehículo flamante.

Entonces muchas personas se afanan por pertenecer a un partido político; o aún mejor, fundar uno, el cual es casi una empresa privada, obviamente próspera si llega a obtener alguna dirigencia institucional pública, en donde priman las contrataciones, viajes y las consabidas comisiones, porque siempre habrá que ‘hacer obras’ para el ‘pueblo que elige’. Desgraciadamente, las dos ‘fiestas’ ya están enraizadas en la población, son florecientes negocios para los comerciantes. En el caso de la llamada fiesta cívica, todavía la ciudadanía no ha madurado para ejercer una verdadera democracia o para reinventarse otro mejor sistema eleccionario.

Al menos debemos conformarnos con lo que tenemos que, al parecer, es mejor que la monarquía o la tiranía; pero en cualquiera de los casos siempre fallará el ser humano por su falta de valores, falta de educación de moral y cívica, lo que evidencia una falla de las festividades, que se quedaron, aparentemente, en esto último: solo en festividades, pero con escasa educación y formación humana en valores, en justicia, honestidad, que debe ser intrínsecamente parte de la personalidad del individuo. En cuanto a festividades religiosas, ya son parte del costumbrismo social y del folclor que ahora se denomina interculturalidad, pero esa cultura en lo político no ha calado en la ciudadanía, a la que casi le son indiferentes esas bajas pasiones electoreras que solo impactan cuando abundan los insultos, acusaciones, calumnias.

Y como en política parece que todo vale, contaminados por el machismo o por la buena imagen y aureola de tener respaldo económico para publicitarse, sumado al asesoramiento de saber transmitir sus mensajes, aunque no haya programas reales sustentados con argumentos valederos; todo, casi todo, es permitido en política, obviamente incluido el engaño. La fiesta, ambas, la religiosa y la política, son para las masas poblacionales; las ofertas comerciales abundan, igualmente los candidatos, para todos los gustos y posibilidades. Cada ciudadano debe saber escoger lo que le conviene y lo que necesita. Ya es hora de no dejarse engañar por demagogos, vendedores de falsas promesas y ambiciosos politiqueros obsesionados por el poder y “entontecidos por el dinero”, como lo dijo un expresidente. Mientras tanto, las dos fiestas están en marcha. (O)

Ab. Fernando Coello Navarro

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