No es el título de una película. Se trata del sueño de Guillermo Lasso y de la propuesta que hace en su campaña electoral y durante sus amenos diálogos en los canales de televisión que auspician su candidatura.
Y es que sus intervenciones y programa de trabajo son tan profundos, que un niño de escuela lo entiende. Habla de un país maravilloso. De que abrirá las puertas a todos los países industrializados para que vengan a invertir y haya trabajo. Que los emprendedores tendrán oportunidades, como nunca antes lo han tenido. Que habrá seguridad porque todos trabajarán.
Seguramente se refiere a las inversiones de las petroleras, como la Oxy, que quiere una indemnización de parte del Estado ecuatoriano de 1.769,6 millones de dólares, que de ganar la Presidencia “Don Guillermo”, se encargará de pagar, dejando sin presupuesto para Educación al Estado. Y como es tan amable, probablemente también echaría por el suelo el cobro a Chevron, que causó un daño mediambiental en nuestra Amazonía que no podrá ser reparado en siglos.
“Don Guillermo” ve todo color de rosas. Habla del Ecuador del futuro -bajo su hipotética presidencia- como un país maravilloso. Pero no dice cómo lo va a lograr. Habla de sus conocimientos de los problemas del Ecuador, basado en lo que le han contado las personas en su recorrido de campaña, de lo que le piden los empresarios (¿como Alvaro Noboa?), los industriales, los productores camaroneros (como el artífice de su campaña: César Monge).
En ellos está basado su conocimiento de los problemas del país. Un bagaje de reciente formación. Un conocimiento “profundo” del Ecuador de ahora (porque del anterior, cuando participó en los gobiernos de Mahuad y Lucio Gutiérrez, prefiere olvidar), que lo va acrecentado conforme transcurre su campaña. Antes solamente conocía el mundo de la banca. Un hombre exitoso, que se enriqueció con el manejo del banco mientras el pueblo ecuatoriano se empobrecía. Que creó nuevos productos que le costaron a los usuarios que les confiaron su dinero y que pagaron hasta por preguntar; no se diga por recuperarlo.
Ese es el país que conoce “Don Guillermo”, un apóstol del Opus Dei (su misión institucional es difundir la enseñanza católica de que todas las personas están llamadas a hacerse santos y que la vida ordinaria es un camino hacia la santidad), pero que de ninguna manera vive una vida ordinaria; por el contrario, llena de opulencia, donde los seguidores de “la obra de Dios” se han convertido en apóstatas que imponen sus dogmas por encima de los postulados de la Iglesia a la que dicen respetar.
Así intenta construir un País de las Maravillas, con gente sumisa a los ricos, a los opulentos, que son los que amasan fortunas mientras los pobres son más pobres y solo viven para dar servicio a los ricos, a los empresarios y banqueros.
Ramiro Serrano Miranda
Durán - Ecuador