Parecería que parte de nuestra clase política definitivamente tiene vocación de mártir; a la vez que reiteradamente viene afirmando que el país está quebrado, se empeña denodadamente por llegar al poder y -entiendo- poder salvarlo de esa miseria.

Conforme los organismos internacionales dan a luz datos del año pasado, por ningún lado se verifican las predicciones del desastre anunciado obsesivamente, en una agenda mediática que llenó por meses  de ‘especialistas’ los medios que sustentaban esta situación.

La gimnasia de cifras, análisis, interpretaciones, teorías económicas fueron múltiples y variadas, el desastre estaba verificado; hoy no hay indicios por ningún lado y parece que ya se han olvidado de esta estrategia de miedo provocado.

Si las cifras no cuadran para la mayoría de sectores de la economía privada, entonces quedaría claro que el desastre está en el sector público; sin embargo, resulta contradictorio que desde las candidaturas se anuncien importantes ofertas para la ciudadanía. No entiendo cómo un Estado quebrado pueda atender generosas ofertas electorales.

Acaso será que lo que afirma el Gobierno es indiscutible. La administración del impacto dado por el entorno económico internacional ha sido manejada técnicamente y con responsabilidad. Las dificultades que persisten son manejables; no hay motivo para ajustes estructurales, el modelo económico es sostenible; por tanto, el país es viable.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Está o no quebrado?

Para salvarlo de la crisis, los redentores proponen cambio de modelo e importantes ajustes. En contraposición, la Revolución Ciudadana dice: No se preocupen, salvadores, nosotros podemos avanzar  cumpliendo con el proyecto y sin castigar al ciudadano.

Bueno, conciudadanos, como las afirmaciones solo pueden ser falsas o verdaderas, con el voto entregaremos nuestra confianza en quienes consideremos que sus afirmaciones son auténticas. Para ello contamos con lo que en estos años hemos podido valorar. (O)

Reinaldo Torres Jaramillo