De un tiempo a esta parte los espacios de opinión en los medios de comunicación “independientes” (es la denominación que se han autoproclamado los medios privados) presentan a los personajes de la política que buscan notoriedad mediante el ataque indiscriminado al Gobierno como plataforma de campaña en este año preelectoral.
Y en ese cometido, los entrevistados (que más bien son invitados a regurgitar resentimientos) lanzan una serie de criterios personalísimos, sin sustento legal ni técnico y peor moral, sobre las gestiones que realiza el aparato estatal, dirigiendo sus dardos al Presidente de la República o a sus más cercanos colaboradores.
Sus criterios -está por demás decirlo- son absolutamente negativos, cargados de presagios catastróficos para un país que -por el contrario- ha demostrado conseguir importantes índices de desarrollo social y económico, que no se lograban en décadas.
Pero estos antojadizos criterios no son otra cosa que una misma “canción” mal aprendida y repetida al más puro estilo del ministro de propaganda e información nazi, Joseph Goebbels, que durante la hegemonía del Tercer Reich instauró la cínica teoría de que “una mentira repetida mil veces se vuelve verdad”.
Y en ese afán y con esa convicción, los “voceadores de malas noticias” se contradicen, se contraponen, ellos mismos se mienten y se engañan. Ofrecen interpretaciones contrarias al sentido natural de las palabras, hacen deducciones opuestas a lo que arrojan de sí los antecedentes. En otras palabras, son portadores de despropósitos y disparates.
Así hemos visto últimamente a la asambleísta Diana Atamaint, que dice que la extracción minera se hará en la Cordillera del Cóndor, que es área protegida y por ende prohibido por la Constitución. Pero el conductor, Alfredo Pinargote, en un pequeño acto de contrición, le aclara que él ha revisado y no es verdad que sea área protegida, por lo tanto no se contrapone a la Constitución.
Es la manera como engañan los dirigentes indígenas a los nativos que confían en ellos y de los que se burlan en franco aprovechamiento de su escasa educación.
Les dicen que van reclamar por el agua, que les quieren poner impuestos a los burritos y los borregos, los asustan y los impulsan a luchar por lo que ellos creen es un atentado a su propia existencia. Y en medio de ello salen a decir que vienen a defender la democracia, la libertad de expresión.
Pero deben entender esos dirigentes indígenas que no estamos en la era nazi, que los medios “privados” ya no tienen la hegemonía de la propaganda política; y el cinismo del engaño que puedan manejar se contrarresta con la verdad de los hechos, de lo que ya se ha empoderado el pueblo, que es quien -en pleno razonamiento deductivo- los rechaza y repudia. Y con más convicción respalda a la Revolución Ciudadana. Es todo.
Atentamente,
Ramiro Serrano Miranda
Durán - Guayas