“Me vas a hacer enojar en serio”. Fiera amenaza de una adolescente de 15 años a su enamorado de 18. Que le pedía lo acompañase a donde ella se rehusaba acudir, pues sabía que perdería mucho, desde su orgullo hasta su virginidad.
Junto a la mesa que ocupaban en una pequeña heladería permanecía yo, consumiendo el mismo producto, escuchando los ruegos y promesas del joven ese jueves 14 de febrero. Los ruegos del muchacho se tornaron en amenazas: “No nos veremos jamás”. La joven, inteligentemente, acariciándole las manos, le contestó: “Eso es precisamente lo que evito, porque te amo”.
De aquella conversación se pueden sacar guías y pautas que luego de ser tratadas con especialistas en consejería, podrían aplicarse como medidas de prevención, a fin de evitar embarazos precoces, abortos provocados e ilegales con riesgos de consecuencias mortales para dos seres; nacimientos de niños no deseados, así como la aparición de padres muy jóvenes sin arte, oficio ni beneficio.
Suministrándoles adecuados consejos a los jóvenes, obtendremos generaciones de hombres y mujeres responsables con su sexualidad. Estas consejerías deben implementarse en todas las esferas sociales. Teniendo en cuenta que el amor entre parejas no lo puede detener el estatus social, económico o las prohibiciones, solo sirve como templanza el paraguas educativo para rechazar o permitir proposiciones que se adelantan al desarrollo físico, moral e intelectual en plena pubertad.
Un escuadrón de consejerías que trabajen coordinadamente es tarea pendiente de los ministerios de Salud, Educación, Bienestar de Inclusión Económica y Social, a fin de evitar que las madres lleven a sus hijas donde médicos abortivos y comadronas que las reciben con la consabida exclamación: “¡Ya metió la pata!”. (O)
César Antonio Jijón Sánchez