La honestidad parte del principio del servicio sin interés. Aunque puede pasar desapercibida o no le damos la debida importancia, la reputación es parte integral de la confianza y, por consiguiente, parte proporcional del buen talante, englobada en la cualidad humana de actuar de acuerdo al modo de pensar.
Esto viene a colación por la llamada democracia que practicamos. Nosotros tenemos variantes del concepto básico llegando o poniendo al pueblo demócrata en una encrucijada, en la que algunos ciudadanos piensan que le asiste el derecho de conducir, mandar o gobernar, colocándose en puestos estelares de elección popular, sin promediar si su conducta y reputación, su capacidad intelectual, física y cognitividad social se lo permiten.
Así tenemos que personas imbuidas de la creencia que son líderes o caciques se hacen rodear de personas desocupadas a las que manejan a su antojo, haciéndoles recoger firmas bajo la engatusadora palabra de “regáleme una firmita”. Estos seguidores permanecen ahí porque algo les pagan... Pero al momento de las elecciones no votan por el indicado, sino por otro, testigos fuimos en la última contienda electoral que contó con 80.281 candidatos. En los recorridos de los candidatos se escuchaba decir por parte de los espectadores de estas caravanas ”en la próxima contienda si tengo plata (léase dinero) me lanzo”.
O sea ya no es como antaño que caballeros probos eran visitados por grupos de ciudadanos que les pedían y hasta les rogaban que aceptase tal o cual candidatura. La política en Ecuador tiene ideales, fundamentos filosóficos, doctrinas, líneas ideológicas definidas o es un gran negocio que se invierte a la segura. Perdiendo, ganan, como dice el pueblo, ya que pactan entre sí. El triunfador a los derrotados, los recompensa con cargos, contratos de obras o de estudios de precalificación o de prefactibilidad y así un largo etcétera. (O)
César Antonio Jijón Sánchez