La creación de la Organización de Estados Americanos -OEA- en abril de 1948 en Bogotá, tuvo como marco aquel baño de sangre conocido como el Bogotazo, tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán. Como que esto marcó el destino terrorífico de esta organización creada por Estados Unidos pensando que siempre iba a tener, como entonces, gobiernos sumisos en el Continente.
Desde esos años no ha existido en América Latina y el Caribe agresión internacional, invasión imperialista, golpes de estado y dictaduras sanguinarias, donde la OEA no haya oficiado de alcahueta del imperialismo norteamericano. La red de embajadas USA en el continente ha jugado su activo papel en el espionaje y la subversión. Los y las embajadoras no han tenido empacho en hacer declaraciones públicas sobre la política interna de nuestros países.
Pero su “lucido” y vergonzante rol lo cumplió la OEA en la política imperialista en contra de la Revolución Cubana, lo cual también marcó su desprestigio creciente.
En más de medio siglo Estados Unidos plasmó la guerra fría en nuestros países a través de la OEA. Cada una de nuestras repúblicas puede dar testimonio de lo que ha significado la bota imperial en una suerte (o mala suerte) de neocolonialismo. Los Trujillos, Somozas, Stroessner, Duvalieres, Videlas y Pinochetes, entre otros de igual calaña, crecieron y se desarrollaron bajo el sobaco del amo “Tío Sam”. Cuando ya no les sirvió, los mandó al tacho.
Con todo acierto Fidel Castro calificó a la OEA de Ministerio de Colonias. Los ecuatorianos no nos quedamos al margen de este baile. En los años sesenta EE.UU. nos impuso la ruptura de relaciones con Cuba y sufrimos una dictadura militar impuesta con toda desfachatez por la CIA.
No estaba en la agenda del imperio que pueblos y países de esta parte del mundo se iban a dar, por voluntad popular, gobiernos progresistas, democráticos y revolucionarios que rompen con el pasado de dependencia extranjera y de dominio de grupos económicos nacionales. Nuestro país forma parte de esa corriente que se anima en los ideales bolivarianos, alfaristas y martianos de integración regional para hacer valer la dignidad de cada Estado, promover el desarrollo económico y social en forma equitativa, teniendo en cuenta el potencial que significa contar con las mayores reservas de recursos naturales y el recurso humano necesario.
Cuando se creó la OEA a nadie se le podía ocurrir, por ejemplo, que al cabo de unas cuantas décadas, un gobierno ecuatoriano -el nuestro- presidido por Rafael Correa, tuviera la entereza de echar de nuestro territorio a los gringos de la base de Manta; o de imponer las condiciones para la renegociación de la deuda externa; o de expulsar a una embajadora norteamericana por entrometerse en nuestros asuntos nacionales.
Es por eso que saludamos la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños -CELAC- que marca un hito en la historia de los países integrantes y que sin lugar a dudas profundizará los procesos integradores que están en marcha y las nuevas iniciativas planteadas.
Pp. Regato