Eran los años 80, entra al ring político un personaje de “extraño comportamiento”, sobrino de un viejo líder político de Guayaquil -Asaad Bucaram-, de un lenguaje que no encarnaba el espíritu guayaquileño.
Sus actos siempre al filo de la ética, desconectado en el campo del señorío político. De insultos difíciles de asimilar, hechos a personajes que, más allá de sus posiciones políticas, gozan de alto prestigio en la historia de la política ecuatoriana.
Insultos irrepetibles, soeces, contra el Dr. Rodrigo Borja, contra el Ing. León Febres-Cordero, contra el Ab. Jaime Nebot Saadi.
Siendo Alcalde de Guayaquil fue seriamente cuestionado, dejó la Alcaldía; llegó a ser Presidente de la República, duró seis meses; nadie entendía su manera de conducir los destinos de la patria. Cantó, bailó el “Rock de la cárcel”, comió mucha guatita, fue al Perú invitado por el ex presidente Fujimori y dijo que “teníamos que pedirnos perdón mutuamente” (nosotros al Perú después de haber sido agredidos).
Seis meses y se armó la “camioneta”, con el pueblo del Ecuador empujándola. Seis meses había sido bastante, mucho tiempo para que los pobres de la patria entendiesen que era un falso Mesías para los sectores deprimidos.
Hoy su hijo sigue el mismo camino, ha sido elegido democráticamente por el pueblo para que sea asambleísta, sin embargo, jamás se le ha escuchado una propuesta moral responsable, ante la cual al pueblo se le escuche decir “Estoy de acuerdo”; una idea política seria, con resultados sociales; un planteamiento jurídico (es abogado) que supere al orden constituido. Parecería que tiene una misión muy personal: traer a su padre de regreso al país que antes abandonó.
El método que trata de imponer tiene más un alto tono de fuerza que de razón. Ay de aquel que se oponga o que no le acolite en su obsesión, escuchará insultos de la peor ralea, desproporcionados, que están conspirando contra él mismo, pues la opinión pública lo mira con desconfianza y desafecto.
Insulta sin ninguna prudencia a un personaje de una alta valía jurisprudencial, como es el Dr. Alexis Mera Giler; luego fue el capitán de una campaña pírrica contra uno de los mejores abogados del país, como lo es Juan Falconí Puig, en la que era evidente el financiamiento de algún miembro de la banca corrupta.
Irrumpió en una sala de una institución del país para, con términos vulgares, dirigirse contra el maestro y formador de abogados, Dr. Manuel Viteri Olvera; pero su audacia no termina allí, se lanzó contra el Presidente de la República y, con términos que producen vergüenza ajena, hace gala de su “lujuria ignominiosa” en el campo político.
La verdad es que, a este ritmo, el abogado “Dalo” ha perdido el derecho de representar a los ecuatorianos en la Asamblea.
Atentamente
José Morán
C.C. 0910442946