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El Telégrafo

Cuantiosas deudas de la jerarquía católica, ¿el Papa lo sabe?

03 de junio de 2015

Hay unas cuantiosas deudas pendientes de nuestra jerarquía, desde la conquista española, cuando llegaron entrelazadas la espada y la cruz, desde entonces, como desde la era constantiniana no ha podido separarse nuestra jerarquía del poder político y del económico, contradicción total con el espíritu de Jesús explícito en todo el contenido de su Palabra.

Cuán elocuente es la vida, obra y pensamiento de Mons. Óscar Arnulfo Romero y monseñor Leonidas Proaño que caminaron con Jesús de Nazaret por los caminos de los pobres recogiendo el clamor y el dolor causado por el poder político y económico a los pobres, llegando con la luz de su palabra y obra oportuna para denunciar, consolar y aunque pareciera que predicasen en el desierto, porque monseñor Proaño padeció el desprecio, la persecución e indiferencia de la Jerarquía eclesiástica, de frente a la represión, las torturas, las muertes de sus campesinos y sacerdotes, ejecutadas por la dictadura y los gobiernos de turno, y el silencio total de la jerarquía. Solo por exigir sus derechos, sufrían la feroz agresión del poder que quería mantener al pueblo en la inconciencia, ignorancia total, pasividad y sumisión, prohibiendo ejercer la crítica participativa y organizada.

Y eso es lo que nunca le perdonaron a monseñor Proaño, que les abrió los ojos alfabetizándolos, organizándolos, haciéndolos tomar conciencia de que son hombres con derechos. Monseñor Romero dice: ”Una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando de los privilegios de las cosas de esta tierra, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo… Como pastor estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos a quienes amo, los salvadoreños, incluso por aquellos quienes vayan a asesinarme, si llegasen a cumplir sus amenazas. Desde ahora ofrezco a Dios mi sangre, por la salvación y la redención de mi pueblo, pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, mi sangre será la semilla de libertad y de esperanza. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es pueblo, nunca perecerá”. Ese es el pastor que da la vida por su rebaño igual que lo hiciera monseñor Proaño, mártir del poder económico, político y también religioso. ¿Qué diremos de nuestra Iglesia jerárquica del Ecuador?... Que habita en las nubes.

Empecemos por los grandes crímenes cometidos por el poder: ¿Qué dijo la Iglesia oficial frente al crimen masivo llamado: las cruces sobre el agua? ¿Y qué dijo la Iglesia jerárquica sobre la masacre de los pobres obreros del ingenio Aztra, los de Zarumilla, los asesinados y desaparecidos en el gobierno de León Febres-Cordero? ¿Qué dijo sobre los descarados acomodos del poder, del montón de sucesiones del poder presidencial sin democracia?... Nos deben una explicación sobre por qué compraron un tramo de la deuda externa, ¿de dónde tanto dinero? ¿Y cómo terminó ese gran negocio? Y finalmente: ¿Qué dijo sobre el atraco del feriado bancario, la congelación de depósitos que dejó en la postración total y la miseria más profunda a los ecuatorianos más pobres?

La verdad nunca dejará de sorprendernos, y a veces ponernos en crisis; y parece que nuestra jerarquía nunca aprenderá que Jesús vino a fundar su Iglesia: desde, con y para los pobres, que el Celam reunido en Puebla y Medellín ordenó la prioridad de los pobres, que la predicación del Evangelio se vuelve espiritualismo alienante si no está acompañada de obras y de coherencia de lo que se predica. Entonces se entiende por qué no tenemos hoy una Iglesia más humana, una sociedad más digna, fraterna, justa, solidaria, equitativa, participativa e igualitaria como lo pide Jesús. (O)

Guillermo Jurado Andrade

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