El poder llega a veces sin pensarlo, y de la misma manera que llega se lo pierde, no importa si es un presidente de la República, ministro, asambleísta, un ciudadano cualquiera o un servidor público que llega a ostentar poder y busca medir su fuerza sin la más mínima idea o preparación intelectual y cultural de lo que es un país.
Los cambios generacionales obligan a democratizar y alternar el poder sin arrebatarlo, hacerlo hereditario o entregarlo a sus discípulos; el tiempo se encarga de pasar factura a los déspotas y abusivos que piensan que el poder es para toda la vida.
Cuando el poder llega a personas sin escrúpulos y luego lo pierden, apelan a argucias y falacias para encubrir sus atrocidades. Este es el lío en el que estamos. (O)
Dr. Rodrigo Contero Peñafiel