Qué lejos estaba esa figura de hombre peligroso, depravado y extraño que gritaba en las calles intentando comprar cosas usadas; de aquellas personas que realmente representaban un peligro en la vida de los niños. Y así crecimos, con temor, creyendo que si nos portamos mal el señor ropavejero nos llevaría. ¡Qué equivocados estábamos!
Vemos casos de adultos que logran romper el silencio al contar cómo sus propios allegados los abusaban. Y seguimos viendo cómo existen familiares, amistades, profesores o allegados, que son quienes sí se llevan a los niños, para cometer atrocidades con ellos.
Es necesario despertar, dejar de creer y dejar de enseñar que solo los extraños pueden hacernos daño. Es importante ayudar a nuestros niños a desarrollar sus propios sentidos de supervivencia. (O)