En estos días se ha recordado con inusitado interés el vigesimoquinto aniversario de la caída del Muro de Berlín, suceso ocurrido el 9 de noviembre de 1989.
El singular acontecimiento me motiva a escribir a usted, señor Director, por el hecho, también singular, de haber vivido in situ, aquel evento determinante en la historia presente y cuya síntesis objetiva la enuncia en el editorial del domingo 9 de noviembre.
Sin embargo, a mi parecer, hay una lección histórica que se omite, y al no enunciarla se soslaya su importancia crucial, dado el contexto de los procesos de la Perestroika y la Glasnost, liderados por Mijaíl Gorbachov, que en esencia constituyó un proceso de renovación socialista frente a la desastrosa práctica y acción, política e ideológica, heredada del estalinismo, que derivó más tarde en la desintegración de la URSS.
Las condiciones de mi experiencia vivencial en Berlín Oriental hacen de esta aún más singular, por el hecho de mi representación por el Partido Comunista del Ecuador en un curso de formación política socialista acorde a los lineamientos del internacionalismo proletario enmarcado en la política internacional de los países socialistas liderados por la URSS, y como prototipo de modelo socialista en Europa del Este la ex-RDA.
¡Que paradójica fue mi experiencia! Sr Director: el joven comunista en el país modelo socialista y viviendo su derrumbe. Ahí en Unter den Linder, en Alexanderplatz, en Pankow, en la puerta de Brandeburgo, el muro caía a mis pies.
El nefasto accionar de Stalin deberíamos estudiarlo, para entender por qué el derrumbe de la órbita de los países socialistas en Europa; y quienes seguimos el ideal socialista entendiéndolo como un proceso de cambio y renovación permanente, podemos comprender el cómo aquellos adoradores a ultranza de Stalin (PCMLE y MPD) han sido casi siempre, y ahora lo son más que nunca, cómplices y tontos útiles de la derecha más recalcitrante.
Diego Amílcar Jarrín Terán
C.C. 170700688-6