Para administrar un país hay que entender que lo que no nos pertenece debe ser tratado con pudor; la ética, la moral, nunca deben faltar en un servidor público. Una persona honesta vale más que mil honoris causa ilegítimos.
El corrupto elude responsabilidades, culpa a otros de sus errores, tiene justificativos para todos sus fracasos, vive en la polémica, es insidioso.
En democracia, la alternabilidad concede a la ciudadanía la posibilidad de cambiar a los gobernantes, pero los políticos de siempre, con mentiras y cinismo, buscan la reelección u otra dignidad; exhiben encuestas forjadas y la “rendición de cuentas” esconde la podredumbre y la corrupción. (O)
Dr. Rodrigo Contero Peñafiel
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