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El Telégrafo

Convención de Ginebra de 1949

20 de noviembre de 2015

Hasta en la peor de las guerras y en las guerras más cruentas y sanguinarias existen leyes de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. En principio, un militar está entrenado para matar o morir; y en caso de ser capturado y ser sometido a tortura, resistir lo que más pueda sin otorgar información valiosa al enemigo que puede cambiar el curso de la guerra, es decir, nunca un militar debe soltar información estratégica al enemigo, así sufra la peor de las torturas. La guerra es la continuación de la vida política de otras maneras; en este caso armadas y por la fuerza, así debe entenderse la geopolítica internacional.

En nuestro medio, en los 80, un grupo de jóvenes adultos, cansados de las políticas erróneas y manejos corruptos de ciertos gobernantes que impedían la participación política de personas preparadas e idóneas, por lo general, jóvenes buscando justicia social, se vieron obligados a tomarse las armas como única alternativa de participación. A este grupo se lo conoció como AVC o Alfaro Vive Carajo, organización política-militar de extrema izquierda y no delincuentes y criminales como siempre el poder ha intentado catalogar.

Siempre cuando un grupo de menor fuerza militar intenta enfrentar a un grupo de mayor poderío militar será un suicidio, así está escrito en los libros de historia. No obstante, a todos los participantes en conflictos armados se los juzga con las leyes de guerra, promulgadas en la Convención de Ginebra de 1949 y a sus violaciones como delitos de lesa humanidad.

Miguel Mena Ayala

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