La política es una forma cultural en la cual una sociedad se autogobierna. Este comportamiento ha evolucionado desde las sociedades primitivas hasta el mundo moderno, en el cual los Estados gozan de reconocimiento mundial, los ciudadanos tienen derechos y obligaciones, eligen a su Gobierno, e incluso pueden participar para ser parte de él. Maximiliano Robespierre (1758-1794), enciclopédico de la Revolución Francesa, dijo: “La democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, regido por leyes que son obra suya, hace él mismo todo lo que puede hacer, y permite hacer, por medio de delegados, todo lo que él mismo no puede hacer”.  Robespierre dejó como legado el Estado de Derecho del Estado, su soberanía y autodeterminación de los pueblos que eligen la forma más adecuada de política, que les conviene. En la discusión sobre la Administración del Estado, se habla de políticas públicas que permiten establecer las estrategias a los gobernantes, para tomar decisiones en la ejecución de planes, programas, proyectos, acciones administrativas, decisiones ejecutivas, técnicas y operativas en la conducción del Estado, para el período en el cual fueron electos. Si la política pública prioriza al ser humano, a su libertad respetando las diferencias y no prioriza al capital; si esa política pública se caracteriza por la inversión social, la repartición de los excedentes productivos con justicia social, equidad, igualdad y, según el cumplimiento de obligaciones, el cobro progresivo de tributos, según sean los ingresos de los ciudadanos, basado en el principio de solidaridad y a la par fomenta el desarrollo tecnológico y de infraestructura para promover el comercio interno y externo, y por ende busca el desarrollo empresarial y asociativo en todas sus dimensiones; podemos hablar de políticas públicas de Izquierda. Lo contrario es la política pública de derecha. En Ecuador aún estamos en un proceso constituyente nacido en Montecristi en 2008, como nuevo Pacto Social, en el cual se impulsa alcanzar la sociedad del Buen Vivir y en el que aún no se ha terminado de establecer todas las normas jurídicas (leyes, códigos, reglamentos, etc.) que permitan cumplir con la Constitución, proceso del cual se necesita mayor participación popular, para que los desequilibrios entre riqueza y pobreza disminuyan y se vayan eliminando. No es una utopía pensar en la democratización de los factores productivos y alcanzar las buenas relaciones entre individuos como parte de la naturaleza, sobre todo cuando se ven resultados en la obra pública que mejora las condiciones de vida de la gente para llevar una vida digna y aprender a trabajar en colectivo, pensando en sociedad y no en el individualismo.

Con la evolución histórica, la izquierda es entendida como socialismo moderno y la derecha como neoliberalismo. La diferencia entre el socialismo contemporáneo y el socialismo moderno (socialismo del Buen Vivir o socialismo del siglo XXI) es que el actual no plantea la toma del poder mediante las armas. El socialismo del Buen Vivir nos habla de los cogobiernos entre mandatarios y mandantes, en donde estos últimos tienen una conciencia social desarrollada que les permita actuar culturalmente como colectivo y en beneficio de todos para alcanzar una sana convivencia y así reduzcan las diferencias adquisitivas de las clases sociales hasta alcanzar el equilibrio. Es de esta forma que se alcanza el poder, con respeto a la democracia. En el socialismo del Buen Vivir se respeta la propiedad privada y se promueve la democratización de los factores productivos mediante el acceso de otras formas de propiedad, como la asociativa, cooperativista, comunal, etc. La nueva matriz productiva es solo el comienzo de un gran paso por establecer un nuevo orden que cambie las relaciones de poder. Por esta razón fundamental los grupos pudientes se oponen al cambio que estamos viviendo y que necesita mayor poder ciudadano.

Ing. Rodrigo Contero Mejía