Le conocí en la legislatura: locuaz, rimbombante, sabelotodo. Anticomunista rabioso, polemista con los despistados;  cuando le salía un respondón se camuflaba entre los de su especie para que lo protejan. Tengo para mí que no se puede decir nada más de lo que se pueda defender hasta con los puños. Regla de hombría de bien. Pero de eso nada sabe el vanidoso, enfermo de notoriedad que vendió su pluma y su conciencia a la banca privada, autora material, intelectual y beneficiaria del más espantoso atraco a los depósitos de sus ingenuas víctimas, digo clientes.

Hubiera pasado de agache con sus devaneos socialdemócratas neoliberales y reaccionarios, si no fuera por su osadía de denigrar a todos los que felizmente no pensamos como él, que somos más del 70% de la población ecuatoriana que alentamos el proceso virtuoso de la Revolución Ciudadana por todo cuanto ha construido en obras y magistrales soluciones orientadas al Buen Vivir, amén de la recuperación de nuestra dignidad y soberanía como Estado libre y revolucionario. El mundo nos ve con admiración por nuestras políticas públicas en materia económica y social que algunas naciones del orbe las están replicando por su irrefutable excelencia. Pero para el sediento de notoriedad que derrama su veneno en una columna de la prensa privada opositora capitalina, nada tiene mérito, todo pasa por la lupa de su amargura; y sin el menor escrúpulo se atreve a endilgarnos la más ofensiva descalificación moral, atribuyéndonos la condición de rebaño arriado por paga a los enlaces ciudadanos.

¡Qué ofensa!, qué bajeza de alma la de este sujeto montado en la manada de los insultadores que se alinean a la minúscula tarea de ofender al presidente Correa sin que le lleguen sus agravios. La inmensa mayoría de compatriotas, hombres y mujeres, esperamos los enlaces como una cátedra de formación del conocimiento en todas las asignaturas que el Presidente-académico diserta semanalmente para que el pueblo adquiera conciencia de sus derechos y también de sus deberes. En ese espacio el Mandatario cumple con su sagrada obligación de rendir cuentas a sus mandantes. Ese evento itinerante es una fiesta que los pueblos esperan para ser sus anfitriones. Lo escrito por aquel mangajo es una ofensa a nuestra dignidad de ciudadanos libres. Y lo que dijo en contra de los ministros de Estado debe responderse con una acción penal, por la grave afectación a la honra y buena fama de sus víctimas. Hasta allí nomás con ese sujeto, me quedo con los enemigos de quienes al menos conozco sus intenciones.

Juan Cárdenas Espinoza