La recientemente estrenada serie de la cadena norteamericana HBO Chernóbil, que trae desde el recuerdo lo sucedido en la madrugada del 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, ubicada en la ciudad de Prípiat, al norte de Ucrania, nos recuerda que tanto la energía como la naturaleza son cosa seria y sobrepasan nuestra capacidad de control.
La negligencia del ingeniero jefe de turno en la planta aquella noche, la juventud e inexperiencia de los técnicos de la maquinaria nuclear y el descuido y la falta de actualización tecnológica del Estado soviético parecen haber sido las causas del desastre, o al menos eso nos hacen ver los guionistas de la serie.
Los personajes, bien sustentados durante la trama, los bomberos que se convirtieron en héroes, los voluntarios que se crecieron a la hora de apagar aquel incendio radiactivo y de lluvia ácida, y la brillante conducción de la restauración de la zona después del desastre nos indican que los humanos se crecen y enfrentan con valentía las adversidades.
El personaje mejor estructurado en la miniserie de cinco capítulos es, sin dudas, el de Boris Shcherbina, vicepresidente del Consejo de Ministros, encargado de las labores de remediación en Chernóbil, interpretado por el sueco Stellan Skarsgard, que le dio una fuerza actoral sin precedentes, sobre todo en esa escena en la que rompe en pedazos un teléfono ante la inconformidad por el engaño en que resultó el robot de fabricación alemana que entraría en el núcleo del reactor expuesto.
Una serie que debería ser vista por multitudes en todo el orbe, para entender un poco mejor qué pasó con la energía que nos iba a permitir conquistar el futuro. (O)
Pablo Virgili Benítez