Señor Director de “El Telégrafo” Lcdo. Orlando Pérez
Hasta opinar se ha vuelto peligroso; no defiendo la opinión del Ab. Macías Carmigniani respecto de la homosexualidad sino su derecho a la libertad de opinión siempre que no sea injuria o la falsa imputación de un delito, como fue el caso flagrante del periodista de “El Universo”; no se puede acusar de asesino y genocida a nadie, sin fundamento; lo que está en juego es la verdad o lo que la persona cree de buena fe que es la verdad.
¿Cómo es valedera la investigación, en todo sentido, sin libertad de opinión? ¿Las conclusiones e informes académicos no tendrán libertad de opinión? ¿No habrá cabida para el Revisionismo histórico? ¿La Historia válida la hacen los vencedores así sacrifiquen la verdad? Las rectificaciones históricas ya se cuentan por decenas.
El artículo de Macías produjo un tsunami, iniciado por la retractación de un diario capitalino, corifeo de la libertad de expresión, que confesó que dicho artículo se le escapó de los “filtros” que tiene: error sobre error; podían haber aclarado la disconformidad con ciertas expresiones y no lo hicieron por error; pero el mayor error fue la ligereza en condenar la opinión básica en un asunto que resulta controversial. Otro error: judicializar esta opinión, por dizque incita “al odio”.
Lo que no se ha dicho es sobre la situación de los niños dentro de un hogar alternativo –como el caso de las dos británicas lesbianas en Quito- que es lo fundamental. Poco importa el empate de dos personas o la forma de procreación. Lo básico para todos –sociedad y Estado- es la suerte del niño, su seguridad, protección y futuro. Cabe reformarse la ley: las dos personas de una familia alternativa pueden –y deben- constar como padres, para otorgarles todos los derechos de heredero al momento de inscribir su nacimiento, de inmediato, ipso jure; porque sería un albur el donarle o constituirle heredero testamentario.
No creo que los principios morales están escritos afuera, en ninguna parte que no sea en el alma, la conciencia y el corazón de cada uno; los problemas del sexo son también morales, pero la protección del menor es el más crucial de todos. Más allá del bien y del mal, al decir de Nietzsche.
Lo doloroso es la limitación, el constreñimiento del que adolece en la modernidad, la libertad de opinión, que globaliza a todos como si fuéramos iguales; ante Dios y la Ley sí somos iguales, pero no en todos los amplios campos de la sociedad. Duele pensar que mañana no podamos opinar y expresarnos libremente respecto del seco de chivo, los bahais, el cristianismo, el holocausto, los cuyes o la sexualidad! Existe una tendencia para que no pensemos con sentido crítico sobre ningún tema, porque respecto a muchos ya está penalizado….
Dr. Catón Villacreces Jácome
CC 170001270-9