Quito, 5 de octubre de 2011
Lcdo. Edwin Ulloa
Director diario El Telégrafo
Con mucho respeto y admiración hacia usted y el diario que dirige, no puedo permanecer indiferente a todo lo sucedido aquel nefasto día en nuestro país, a causa de gente amargada, heredera de anteriores gobiernos que han vivido pescando a río revuelto el acomodo y enriquecimiento personal.
Hoy les carcome que un joven gobierno haya podido asumir el mando de nuestro Ecuador, maquinando una y otra vez en forma perversa volver a sus mezquinos intereses, seguros de que el 30 de septiembre sería su triunfo, sin darse cuenta de que hasta para ser criminales deben ser inteligentes y no querer copiar los mecanismos de uno en particular: Pablo Escobar, quien con su reconocida y macabra inteligencia “puso de rodillas al Gobierno colombiano”, según su fiel lugarteniente, conocido como “Popeye”.
¿Buscaban acaso conseguir el mismo final del tristemente célebre capo de la mafia?: ¿Matar al presidente Correa, acabar con civiles honestos y patriotas, asesinar a los mismos compañeros, policías y militares, a ministros, asambleístas y jueces, causar -como lo hicieron- incalculables pérdidas materiales?
Fue exactamente lo que quisieron hacer gritando: “¡Mátenle...mátenle!”. Lo que sí les quedó claro, y en forma torpe, fue la orden que el gran capo impartía a sus “lugartenientes”: Escojan a sus gentes (matones), que cumplan con su cometido y ustedes salgan del país, o reúnanse en buenos hoteles, o algo parecido, así nadie sabrá nada de nada.
En este caso escogieron a humildes policías, sin clase ni rango para que ruede la cabeza del Presidente a los pies de la ignorancia, convirtiéndose así en grandes asesinos, respaldados por algunos indígenas que perdieron su rumbo: la lucha por su territorio, la plurinacionalidad, la educación intercultural bilingüe; en general, su independencia. Cayeron en la misma red de los policías ahora. Y perdieron el horizonte de sus reivindicaciones indígenas, gracias a las manipulaciones de pancistas que necesitaban de la gente sencilla, y con el mismo cuento que utilizaron con los policías.
“Quizás el país pueda abrir los ojos y conocer la calidad de aquellos dirigentes que mandaron a manchar de sangre y que quisieron burlarse de la democracia”. (“Popeye”)
Los gobiernos desinteresados no siempre los tenemos.
Blanca Egüez
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