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El Telégrafo

Cartas al Director

13 de septiembre de 2015

Sr. Director:

Deseo referirme al artículo ‘WikiLeaks: ‘Bombita’ Rodríguez Lara nunca fue del agrado de Estados Unidos’ que no solo es bienintencionado, sino muy esclarecedor, pero tiene varias imprecisiones.   

El general Rodríguez Lara no gobernó desde 1974 sino desde febrero de 1972. El 1 de septiembre de 1975 hubo un intento de golpe de Estado encabezado por el general González Alvear, apoyado por la gran oligarquía criolla, el imperialismo pro EE.UU. e inclusive por la dictadura de Pinochet, que ensangrentó a las Fuerzas Armadas.

Con la intentona se dio inicio al fin del Gobierno Nacionalista y Revolucionario que finalmente sería reemplazado por un Triunvirato que, paulatinamente daría fin a la corta era progresista y traspasaría el verdadero poder a la banca emergente.

El gobierno del general ‘Bombita’ se caracterizó por tratar de fortalecer el Estado, restando fuerza a las ‘satrapías’ regionales que se habían edificado tras la economía primario-exportadora y que tenían como cabeza al potentado más rico del país, Luis Noboa Naranjo. Eso solamente podía alcanzarse mediante el fortalecimiento del sector estatal de la economía y cuyo eje vertebrador fue el nacionalismo petrolero.

De manera que el traslado del primer barril de petróleo al Templete del Colegio Militar Eloy Alfaro más parece obedecer a la frustración de que su ancestro Velasco Ibarra fuera finalmente destituido de la política nacional, antes que a una serena evaluación del significado real que ese corto lapso de la vida nacional tuvo para el desarrollo del país y para la democratización de la sociedad. Pero, así es como se forman los prejuicios en la historia. Se le atribuyen rasgos de otras épocas y con ello se desacreditan las políticas que desagradan a las clases dominantes.

Casi me atrevo a asegurar que, si en el futuro la derecha volviera a gobernar, igualmente se volvería a decir que el gobierno de Rafael Correa fue oligárquico y represivo y que por eso las ONG y ciertos ‘movimientos sociales’ lo combatieron ‘heroicamente’, ocultando a los ojos de las nuevas generaciones todas las políticas de recuperación de la soberanía nacional y de redistribución de la riqueza.

Pero, ¿cuál es el problema de fondo?

Tras el triunfo de la Revolución Cubana, el imperialismo aprendió la lección y trató de asegurar el dominio de su “patio trasero” imponiendo en América Latina su política de expolio mediante la Alianza para el Progreso y el establecimiento de gobiernos afines a si fueran perversas dictaduras antipopulares y antinacionales.

Como reacción, los pueblos encontraron caminos de respuesta mediante la instauración de gobiernos nacionalistas: el del general Velasco Alvarado en Perú; el triunfo de la Unidad Popular y de Salvador Allende en Chile; el del general Juan José Torres, en Bolivia; el de Rodríguez Lara en Ecuador, el de Omar Torrijos, en Panamá, etc. Para afianzar esta oleada de cambios, todos esos gobiernos debieron apoyarse en el pueblo mediante políticas redistributivas y mediante el fortalecimiento del sector estatal de la economía pues, en fin de fines, se trataba de recuperar el derecho a la autodeterminación de los pueblos.

Contra esos esfuerzos de recuperar la soberanía económica, política y social se alzó una furibunda conspiración encabezada por las oligarquías criollas pro EE.UU.

Al final, quien salió ganando de toda esta batahola fue el capital monopolista que pudo imponer en toda América Latina el neoliberalismo. Como la historia tiende a repetirse “primero como tragedia y luego como farsa”, hoy en día estamos nuevamente ante escenarios políticos parecidos.

Atentamente,

Vladimir Albornoz 

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