¿Confiabilidad estadística?

John Allen Paulos, divulgador matemático estadounidense, profesor y rector de la Universidad de Temple (Filadelfia, EE.UU.), doctor en Matemáticas, autor de obras como El hombre anumérico, Más allá de los números, Era una vez un número, Un matemático lee el periódico, Un matemático apuesta en la bolsa, traducidos y publicados por Tusquets Editores, España; Pienso, luego río, Editorial Cátedra; y otros, dice sobre las estadísticas: ”Casi todas no identifican su procedencia o contexto y no son imparciales, no aportan pruebas rigurosas, no tienen contraejemplos, no prestan atención a las opiniones alternativas,  no indican márgenes de error, las muestras son muy pequeñas, no toman en cuenta a las personas reales”. La estadística que Cedatos presentó -hace pocos días- sobre la gestión de la Asamblea, parece que fue hecha entre los miembros de la Cámara de Comercio, la USFQ, la cúpula dorada de Pachakutik y la Alcaldía de Guayaquil. En cambio, otros ecuatorianos pensamos que la gestión de la actual Asamblea legislativa y de las asambleístas que la dirigen ha sido ejemplo de valentía y eficiencia, pues discutieron y aprobaron varios códigos y leyes fundamentales para el Estado ecuatoriano, superando a las ‘tortugas artríticas’ que quieren volver al pasado.

Un cordial saludo.

Carlos Terán Cazar

Todo un pueblo

El ‘cambio de era’ que viene suscitándose cerca de 15 años en la franja sur de nuestra América, trajo consigo la presencia de líderes altamente carismáticos, sinceramente comprometidos y suficientemente inteligentes para sostener, como tiempo atrás lo hiciera Hugo Chávez y lo ratificara Rafael Correa en su reciente discurso del 1 de Mayo, que su ser individual se disuelve paulatinamente para entrar a fundirse en ‘todo un pueblo’; fenómeno que, por su envergadura, obligaría un esmerado manejo de una figura que, en tanto pública, se halla supeditada a favorables o desfavorables juicios sociales. Por ello, reaccionar impulsivamente frente a cualquier despropósito o majadería de unos cuantos ciudadanos (más aún en esta etapa posmoderna en que la noción de autoridad penosamente va perdiendo vigencia), no  se muestra lo más conveniente: primero, porque desdibuja el porte de estadista del Primer Mandatario; segundo, porque se ofrece en bandeja plateada a la beligerante oposición mediática y política, ingredientes para continuar aderezando -interna y externamente- la inacabable telenovela de la ‘tiranía’ gubernamental en contra de la prensa ‘independiente’ y el atropello a los derechos humanos; y, finalmente, porque reacciones tan precipitadas elevan notoriamente el riesgo de atentar contra la integridad física de nuestro Presidente. Quizá  ecuanimidad y mesura sean las mejores aliadas.

Lourdes Cruz Cuesta