La pregunta surge porque el arquetipo de galanes exhibidos fue siempre el de arribistas rubios y siliconeadas güeras en tuneados porches. La explicación, además de la ‘proverbial preocupación por los niños pobres’ y del ‘obsesivo desvelo’ de los propietarios del gigante televisivo por el nivel educativo del pueblo mexicano, proviene del prosaico business.
Según la revista Forbes, en un artículo intitulado ‘Conozca al Chavo, el más famoso (y rico) huérfano del mundo’ (1) publicado el 1 de febrero de 2012, Televisa se embolsicó 1.700 millones de dólares por regalías y derechos solo desde 1992 hasta la fecha del artículo mencionado. O sea cada media hora se metían al buche 1,3 millones de billetes verdes. Y a pesar de semejantes cifras, a la revista norteamericana especializada en megafortunas se le escaparon las ganancias de los 20 años anteriores al 92 en que ‘El Chavo del 8’ ya venía difundiéndose en México y América Latina. Gracias a la ‘nobleza y buen corazón’ del magnate Azcárraga, 350 millones de seres humanos recibieron su dosis semanal de la pedagogía de la pobreza.
Merced a ese ‘altruismo’, unos adultos que visten y hablan como niños construyeron y “el público aceptó la serie por la sagacidad (voluntaria e involuntaria) de la industria de la conciencia que demanda el encumbramiento de la banalidad y, para ello, convierte en humorístico lo que parece redituable. O te ríes de lo que te propongo como graciosísimo o no te ríes de nada” (2).
La industria cultural descubrió una mina de oro con la rentabilidad que produjo el urbano marginal que vive en el barril. Los niños despojados de todo en el México injusto y que viven en las calles a costa de la caridad y la pega de zapatero pasaron a ser estrellas de la televisión. Cómo no iba a estar eternamente agradecido el stablishment frente a esta “representación festiva y vindicativa de la miseria” (3). En Ecuador ya vimos que la única imagen pública de los pobres en los medios de comunicación fue la de ser protagonistas trágicos en las portadas y titulares de informativos de crónica roja. Pues en la televisión mexicana esa imagen fue farsa, burla, comedia. Peor aún: parodia de su propia tragedia.
En 1993, cuando estaba en pleno auge el Chavo, el entonces propietario de Televisa, Emilio el ‘Tigre’ Azcárraga Milmo confesó: “…Estamos en el negocio del entretenimiento y de la información, y podemos educar, pero fundamentalmente entretener... México es una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida... para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil… Los ricos, como yo, no somos clientes porque los ricos como yo no compran ni madres… Nuestro mercado en este país es muy claro: la clase media popular. La clase exquisita, muy respetable, puede leer libros o (la revista) Proceso para ver qué dicen de Televisa… Estos pueden hacer muchas cosas que los diviertan, pero la clase modesta, que es una clase fabulosa y digna, no tiene otra manera de vivir o de tener acceso a la distracción más que la televisión” (4).
Hace 2 años México tenía 863 canales de televisión. Televisa manejaba 321 de ellos y Televisión Azteca, 211. Es decir, entre ambas empresas controlaban el 62 por ciento de las frecuencias en todo el país. Televisa ofrece servicios empaquetados a través de Cablevisión que incluyen telefonía fija, televisión de paga e internet. Asimismo, a través de Sky, televisión satelital con más de 5 millones de suscriptores. En este sentido, la empresa que preside Emilio Azcárraga ya está en todos los negocios de las telecomunicaciones, excepto en telefonía móvil. Si hacemos un poco de cuentas, Televisa acaparaba el 70% de la audiencia total en México y 74% en horario estelar (5).
Cómo será que, merced a la innumerable cantidad de canonjías que consagraban prebendas, la penúltima ley de telecomunicaciones fue llamada Ley Televisa en el México donde no es sencillo hablar mal del Canal de las Estrellas.
La última ley, producto de la iniciativa del presidente Peña Nieto, fue aprobada en el congreso con los votos del PRI -cuándo no- y otros aliados. Considera a Televisa como empresa de posición dominante solo para la televisión abierta. Es decir, deja el banquete servido para la codicia monopólica y voraz del imperio del ‘Tigre’ en otros negocios de las telecomunicaciones.
Y como postre, permite aumentar el tiempo para publicidad en detrimento de la programación. No me voy a meter con los contenidos, pero el Observatorio de Medios y TIC en la educación (2010) -Orbitic- produjo ‘Reporte. Monitoreo de la programación del Canal 2 de Televisa’, evaluación realizada del 2 al 6 de agosto de 2010 y concluyó que la oferta educativa-cultural “es nula”.
EL TELÉGRAFO, no Televisa ni los medios privados, puso el corazón del Chapulín Colorado como enorme ilustración de portada en la edición de este sábado. Sospecho que periodistas, directivos, editores, en fin, están compungidos. Mi sentido pésame.
¡Viva México, lindo y herido!
Paco Velasco