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El Telégrafo

Cartas al Director

23 de abril de 2013

Quito, marzo 18 de 2013
Oficio Nº 143-PCCE-13

 

Economista

Rafael Correa Delgado

Presidente Constitucional de la República

En su despacho.-

 

Querido Presidente:

Con la mayor alegría me dirijo a usted, en primer lugar, para felicitarlo por haber sido elegido una vez más para conducir nuestra patria, y ratificarle nuestra solidaridad y participación permanente en esta revolución ciudadana que busca un Ecuador más justo y más digno.

Ahora, luego de escuchar su programa de gobierno donde se ratifica en su idea de que no puede haber una revolución social sin revolución cultural, luego de escuchar su intervención en Río+20 hablando al mundo como portavoz de los sonidos de la vida, de los cantos de los hombres y mujeres, del silencio de las hojas y de los bramidos del mar, del viento y de los montes, en nombre de la vida… Ahora es cuando le pido, una vez más, me permita dialogar un momento con usted. Ya no como escritor, sino como compañero de lucha y presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Porque la Casa de la Cultura, compañero Presidente, fue creada por Benjamín Carrión, exactamente para eso, para que sea  portavoz de todos los sonidos de la patria, para que sea la multiplicadora de los derechos y las libertades, de la imaginación y las inteligencias, así como de la capacidad de transformar la realidad mediante la apertura de las percepciones y la interpretación colectiva, como dice el punto 23 de la Propuesta de Gobierno.

Es allí, Presidente, en la Casa, donde se ha producido durante cerca de setenta años el encuentro fecundo entre diversas personalidades, la recuperación del sentido de lo público, el espacio de diálogo intercultural, de reflexión libre, de discusión y crítica permanente, la expresión múltiple de la cultura para humanizar la vida. Ya lo decía Martí: ser bueno es el único modo de ser dichoso y ser culto es el único modo de ser libre. Es allí, en la Casa de la Cultura, donde dijo su palabra Fidel Castro, y el comandante Chávez, las madres de la Plaza de Mayo y Silvio Rodríguez, Rigoberta Menchú, y Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Julio Cortázar, Saramago y Thiago de Melo.

Y han estado allí -y no en otro lado- porque una Casa es el lugar que amamos, es el hogar de la chimenea prendida, del pan colectivo, de la charla amena y fraterna, una casa en la que nos refugiamos de los vientos y las tempestades, en la que soñamos e imaginamos, en la que nos preparamos para el trabajo cotidiano, en la que descansamos del trajín del día, una casa en la que nos escuchan nuestros hijos, nos aconsejan nuestros padres y nos reparten su sabiduría nuestros abuelos.

Así lo comprendió la Revolución Cubana y edificó también su casa, a imagen y semejanza de la nuestra, y en el día de la fundación de la Casa de las Américas, estuvo Benjamín Carrión junto a Haideé Santamaría, diciendo su palabra sabia, aconsejando desde su experiencia. Y ha sido en esa Casa de La Habana donde se ha enriquecido el pensamiento de nuestra América y el mundo, porque los creadores comprendieron lo que no pudieron comprender los imperialistas, que lo único que no se puede bloquear son las ideas, esas ideas que son ahora las nuevas armas de batalla por la identidad de nuestros pueblos. Allí se reunieron desde Jean Paul Sartre hasta Gabriel García Márquez, para mezclar la alquimia de su verbo y de su pensamiento en acción.

Y es aquí, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde los poetas, los pintores, los músicos, los escritores, los teatreros, hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, queremos participar de este país nuevo, ser fruto y reflejo de una revolución en marcha, comprometernos a edificar juntos la nueva casa. Benjamín Carrión lo decía más expresamente: “Cuando se está construyendo, o cuando se destruye para construir mejor, el poeta, el hombre de pensamiento, tiene que ser obrero de la construcción, animador, director, exaltador de la misma. No es concebible que ante la urgencia de edificar la casa, nos pongamos a tocar la vihuela. Se puede tocar la vihuela en día del estreno”.

Por eso es nuestro anhelo que, con la misma pasión, la misma obsesión y la misma entereza con las que usted visita las obras sociales, visite nuestra Casa, el Teatro Nacional, el Ágora, el Teatro Prometeo, no maquillados para su visita, sino desde esa realidad desconcertante y triste de todos los días. Y que visite esos locales de ocho grupos de teatro que tanto nombre han dado al país, a quienes hemos dado cabida desde hace muchos años, pero en las más denigrantes condiciones.

Es de esto que quiero hablarle, compañero Presidente, de salvar la Casa, de que usted no permita que siga siendo una casa económicamente en ruinas, destruidos sus teatros y sus museos, olvidada siempre por los poderes de turno, imaginando una autogestión de mendigos, quiero hablarle de que es necesario reconstruirla con el mismo afán y la misma generosidad con la que usted ha implementado hospitales, escuelas, carreteras, puentes, porque esta Casa tiene un poco de cada una de estas construcciones, es decir, su filosofía es un puente hacia la orilla del Buen Vivir, la literatura y el arte significa una curación para el espíritu, y es una escuela moldeada por Espejo y Alfaro. Esos son los arquetipos con los que permanentemente trabajan cada uno de los veinte y tres núcleos provinciales de este hogar histórico.

Estoy seguro, compañero Presidente, que me permitirá un diálogo fraterno, porque, como usted mismo lo ha dicho, el reto en los siguientes años es la distribución y circulación de los contenidos sociales construidos desde la autonomía y la memoria, y la posibilidad de profundizar el diálogo social e interpretarlo.

Todos los ecuatorianos sabemos lo que para usted significa la memoria histórica, por ello nuestra esperanza en su actitud y en su palabra.

Con admiración y respeto.
Raúl Pérez Torres
Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

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