Quito, 14 de enero de 2013
Señor Director
Diario Expreso
Presente.-
De mi consideración:
¿Cómo se sentiría un ecuatoriano o una ecuatoriana si le dicen que ha nacido en el peor país de la región? Seguramente indignado, sobre todo por los logros alcanzados en los últimos años, muy diferentes a los del Ecuador anterior al 2007.
Con profunda preocupación, tristeza e indignación encontré una publicación realizada en su medio de comunicación el pasado 10 de enero, bajo el título “The Economist: Ecuador es el peor país para nacer en región”. En el artículo cita que, según la Unidad de Inteligencia de la revista mencionada, el Ecuador estaría entre los países que menos perspectivas de vida ofrece para los que nacen durante este año.
Lo que no señala en su artículo es la fuente de información ni la fecha desde donde se realizan las proyecciones hacia 2030. En primer lugar, en la nota metodológica The lottery of life methodology: how we calculated life satisfaction (metodología de la lotería de la vida: cómo hemos calculado la satisfacción de vida) se toman los resultados de satisfacción de vida de 2006, con información de Gallup Poll, encuestadora que realiza estos levantamientos.
Sobre estos valores se realizan proyecciones hacia 2030. Las técnicas desarrolladas suponen la asignación de mayor o menor peso a cada variable y desarrollan proyecciones sobre aquellas que, estadísticamente, más se relacionarían. Como ejercicio y divertimento técnico es posible, pero no para evaluar la calidad de vida en un país.
Es inadmisible hacer un ejercicio de proyección de tal magnitud, desconociendo el cambio profundo en el manejo de la política pública que se ha llevado a cabo en Ecuador desde 2007. Peor aún, que un medio como el de ustedes, que se considera parte de la “prensa seria del Ecuador”, fabrique titulares con una carga subjetiva que ni la fuente (The Economist) había expresado.
Sí sería de agradecer que se hubiese destacado que si este Gobierno hubiera seguido el curso trazado por el neoliberalismo, las proyecciones de vida de las y los ecuatorianos muy probablemente serían las que refiere su artículo: pobreza, desesperanza y frustración.
Las condiciones desastrosas con que este Gobierno recibió el país en enero de 2007 nada tienen que ver con los resultados actuales. El actual Ecuador ofrece tan buenas perspectivas que, incluso, muchos migrantes que abandonaron el país como resultado de la tragedia bancaria, ocurrida entre 1999 y 2000, están regresando.
The Economist publica desde hace varios años, y con cierto intervalo, este estudio sobre la calidad de vida en el mundo, que se basa en indicadores y proyecciones para determinar un ranking. En él ubica a los países que mejores expectativas de vida ofrecen y a aquellos que, supuestamente, carecen de garantías. Sobra decir que en ese estudio prima el lente ideológico de quien elabora la investigación.
Que el Ecuador de hoy es total y radicalmente diferente, no lo dice este Gobierno. Lo dice el hecho de que el país siga escalando en el ranking del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. Lo dicen también estudios serios, como los de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que lamentablemente no tienen el mismo eco y espacio que el dado a The Economist.
Hemos construido un nuevo país y lo seguimos construyendo cada día. Nuestra transformación se revela en cifras y resultados concretos confirmados, entonces, por organismos internacionales. Hemos demostrado al Ecuador y al mundo lo que es posible lograr, cuando el poder político es un instrumento al servicio del pueblo y no de un grupo de privilegiados.
Esperamos una actitud ética de parte de ustedes. No se trata solamente de publicar una aclaración en el mismo espacio y en la misma página, como es nuestro derecho legal amparado en la Constitución, en su artículo 66, numeral 7. Exigimos también nuestro derecho moral: que haya un compromiso periodístico serio ante la colectividad.
Atentamente
Fander Falconí