Reciba cordiales saludos, y ante la arremetida externa contra nuestro país, sírvase considerar la siguiente opinión:
No se puede negar que el “marqués” es una de las glorias de las letras hispanoamericanas, por algo Don Juan Carlos le otorgó ese título a raíz del premio Nobel, galardón que se le entregó después de renegar su pasado izquierdista, que se lo hubiese podido excusar hasta cierto punto, mientras no se volviera otro enemigo de los procesos sociales de Latinoamérica, lamentablemente así ha sucedido, pues ahora, en forma insólita, el marqués ha dicho que el Gobierno ecuatoriano ejerce una represión “feroz” contra la libertad de expresión en este país, es decir, el tentado escribidor se une a los áulicos que confunden ese fundamental derecho con la libertad de difamación, incapaces de distinguir entre el bien y el mal, al considerar que la libertad de prensa o expresión no se diferencia de la mentira y la calumnia, transgresiones que infringen el Art. 12 de la Declaración Universal de los DD.HH. coincidente con las normas de nuestra legislación en esa materia, al igual que en la mayoría de los países del mundo, al considerarlos delitos penados por la ley, pues el buen nombre es un bien jurídico que puede tener mayor valor que otros.
¿Qué pensaría el marqués si, por ejemplo, en vez de criticar su obra literaria o de periodismo manteniendo la compostura, se le dijera que es “un nefando asalariado del imperialismo, plumífero de alquiler, etc.”? Seguramente reaccionaría como cualquier persona que se respete, enjuiciando con toda razón a quien lo hiciera, pero cuando a cierto sector del periodismo nacional se les hace notar judicialmente la infracción que cometen al injuriar y calumniar afectando la reputación ajena, entonces alegan que sencillamente están ejerciendo el derecho a la libertad de expresión y que quienes los cuestionan son enemigos de la libertad de prensa. Curiosa teoría que esgrimen algunos publicanos nacionales o internacionales.
De usted, muy atentamente
Ab. Jorge Chambers
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